10 de frebrero 2019

                                                          Photo credit: Gael Varoquaux on Visual Hunt /CC BY

De John Main OSB, “The Christian Crisis”, THE PRESENT CHRIST (New York: Crossroad, 1991), pág. 74-76


Para volvernos verdaderamente espirituales debemos aprender a dejar nuestro ser religioso oficial detrás —esto significa, dejar atrás al Fariseo que merodea en nuestro interior— porque, como Jesús nos dijo, debemos dejar nuestro ser atrás. Todas las imágenes de nosotros que nos llegan de la mente febril del ego tienen que ser renunciadas y trascendidas si queremos volvernos uno con nosotros mismos, con Dios, y con los demás —es decir, volvernos verdaderamente humanos, verdaderamente reales, verdaderamente humildes.

Las imágenes de Dios también deben disiparse. Curiosamente, nos damos cuenta de que estas se disipan conforme las imágenes de nosotros desaparecen, lo que sugiere que… lo que siempre supusimos, que nuestras imágenes de Dios en realidad eran imágenes de nosotros mismos. En este maravilloso proceso de ir hacia la luz plena de la Realidad, de caernos de la ilusión, un gran silencio emerge desde el centro. Nos sentimos inundados en el silencio eterno de Dios. Ya no estamos hablándole a Dios, o peor, hablando con nosotros mismos. Estamos aprendiendo a ser —a estar con Dios, a estar en Dios. (. . .)

En el viaje espiritual requiere más energía estar quieto que correr. La mayoría de las personas pasan la mayor parte de sus horas del día corriendo de un lado al otro porque tienen miedo de la quietud y el silencio. Un cierto pánico existencial nos puede sobrepasar cuando nos enfrentamos a la quietud. Pero, si podemos encontrar el valor para entrar al silencio, encontramos la paz que está más allá de toda comprensión.

 

Después de la meditación: Charles Bukowski, “about competition”, Sitting Through the Madness for the Word, the Line, the Way (New York: HarperCollins, 2003), pág. 75

Acerca de la competencia

Mientras más alto subes
mayor la presión.
Aquellos que pueden
perdurar
aprenden
que la distancia 
entre la 
cima y el 
fondo 
es 
obscenamente 
grande.
Y aquellos quienes
tienen éxito
saben 
este secreto:
no hay 
uno.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos