Cuaresma 2012. Lunes de la 3ra. Semana de Cuaresma

El mensaje cristiano, nacido de una percepción más profunda que las palabras y transmitido a través del silencio pleno del Espíritu, es embarazoso. “Dios se hizo humano para que los seres humanos pudieran llegar a ser Dios.”

Este estribillo de los primeros teólogos suena más desafiante de lo que muchos teólogos se atreverían a decir hoy día y resistió fuertemente los intentos del dualismo gnóstico de diluirlo. Lo que esto significa puede tan solo ser comprendido a través de la experiencia de nuestras vidas, cuando tratamos, la mayoría de las veces sin mucha convicción, vivir como si fuera la verdad central, la cosa verdadera en todas las circunstancias.

Sugiere, que la encarnación es Dios concentrándose en un ser humano singular para que Dios pueda llegar a ser decididamente un ser humano completo.  ¿De que otra manera podría un humano sin ser un ser humano en un particular tiempo y lugar? Los teólogos clásicos pensaron que esto era necesario  pero que el sufrimiento por el que pasó este individuo era inevitable. Dios lo necesitaba para ser humano. Jesús, la realización de esta necesidad divina, no quería sufrir más que los demás humanos. (Padre, si es tu voluntad que así sea)

Esta doctrina podría parecer a muchos abstracta y parroquial. De hecho cambia la manera como nosotros mismos llegamos a encarnarnos  en nuestras  propias e incomparables historias de vida a través de todas las fases de nuestro desarrollo. Nos ayuda a no quedarnos atascados a una mentalidad infantil o comportamiento adolescente como vemos que pasa en la mayoría de los conflictos violentos y por supuesto en muchos de nuestros propios problemas personales.

También nos enseña la manera auténtica de manejar el sufrimiento. Como dice Leonard Cohen, debemos aprender a lamentarnos dentro de los límites estrictos de dignidad y belleza. La tendencia del ego a sentirse víctima nos lleva al aislamiento y a la amargura. Pero el conocer  cual es nuestro destino y hacia donde nos lleva el sufrimiento, provee de compasión y dignidad a nuestro acercamiento al sufrimiento, a la desilusión y a la pérdida.

Esta es la razón por la que la Cuaresma es una estación cristiana. Y por qué la meditación es una oración Cristiana no para castigarnos debido a nuestras faltas o en búsqueda de iluminación para escapar meramente del sufrimiento pero para llegar a ser plenamente humanos, totalmente despiertos, para que lleguemos a ser Dios como estamos programados a serlo.

 

Laurence Freeman OSB
Traducción de Teresa Decker

 

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