3 de marzo 2019

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Un fragmento de John Main OSB, “Integrity”, WORD MADE FLESH (Norwich: Canterbury, 2009), págs. 55-56


Con frecuencia parece que fuéramos por la vida a gran velocidad mientras en nuestro corazón existe una flama esencial interior de ser. Esta prisa con frecuencia provoca que lleguemos al punto del agotamiento. Pero cuando nos sentamos a meditar, en quietud y silencio, la flama empieza a brillar más brillante y constante. Conforme abandonamos el pensar en términos de éxito e importancia, la luz de la flama nos ayuda a comprendernos y a comprender a los demás en términos de la luz, el calor y el amor.

El mantra nos guía a este punto de quietud donde la flama de ser puede arder con brillo. Nos enseña lo que debemos saber, pero frecuentemente olvidamos, que no podemos vivir una vida plena a menos que estemos cimentados sobre algún propósito vital.  La vida tiene un significado último y un valor que solo es descubierto en la quietud del ser, el cual es nuestro arraigo esencial en Dios. Es terriblemente fácil dejar que la vida sea solo una mera rutina. Los roles pueden tomar el lugar del ser. Caemos en desempeñar el papel de estudiante, mamá, esposo, ejecutivo, monje o lo que sea… Jesús vino a decirnos que la vida no se trata de desempeñar roles o ser un funcionario en algún sistema. Se trata de significado y propósito en la profundidad de la quietud de nuestro ser. Nuestro valor surge, no de lo que hacemos en los papeles que desempeñamos sino de quienes somos en nosotros mismos.

Debemos estar abiertos al amor que nos redime de la ilusión y lo superficial. Debemos vivir en la infinita santidad que poseemos como un templo del Espíritu Santo. Debemos descubrir que el mismo Espíritu que creo el universo habita en nuestros corazones, y en silencio ama todo. Este es propósito de toda vida.

 

Después de la meditación, “Night” por Henry Wadsworth Longfellow. Dominio Público.

Hacia la obscuridad y el silencio de la noche
despacio el panorama se hunde, y se desvanece.
Y con ello se desvanecen los fantasmas del día,
los fantasmas de hombres y cosas, que persiguen la luz,
la multitud, el clamor, la persecución, el vuelo,
el esplendor y la exhibición improductivas,
las agitaciones, y los cuidados que se aprovechan de 
nuestros corazones, desaparecen de la vista.
Empieza la mejor vida; el mundo no nos molesta;
borramos todos los registros del libro común y corriente de 
nuestras vidas, que al igual que el palimpsesto se escribe sobre
incidentes triviales de lugar y tiempo,
¡Y he aquí! El ideal, lo escondido debajo, revive.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos