Miércoles de Semana Santa 2019

Miércoles de Semana Santa: Mateo 26:14-25

El hijo del hombre va a su destino, como dice la escritura. Sigue leyendo.

Las grandes tradiciones de sabiduría guardan secretos profundos y universales acerca de la naturaleza de la realidad. Pero no son tan explícitas como nosotros quisiéramos, con nuestra mente literal y nuestro entrenamiento científico. Nuestra experiencia en la dimensión espiritual actualmente se ha visto empobrecida grandemente y por tanto hemos perdido prácticamente el arte de leer los antiguos textos de cualquier tradición. Eso ha dado por resultado que se desarrolle el fenómeno moderno del fundamentalismo religioso y que se vea socavada la consciencia unificadora de una verdad universal expresada en símbolos universales. Quienquiera que haya sido quien escribió el Libro del Génesis se asombraría hoy en día al saber que 42 % del pueblo estadounidense rechaza el concepto de la evolución y piensa que todo sucedió en seis días. La ‘palabra’ de Dios se ha vuelto lingüística más que existencial.

Debido a que leía las escrituras de su tradición a la luz de su propia experiencia, Jesús fue capaz de entender y expresarse con una autoridad singular y con gran profundidad en su significado. Eso dio pie a una reacción en cadena que eventualmente se volvió una nueva tradición. Desde la reflexión cristiana sobre las escrituras, a la luz de la experiencia sin precedente de la Resurrección, surgió el ‘nuevo testamento’. Estos breves textos de cuatro evangelios y las cartas de los maestros de las primeras comunidades se volvieron una escritura de primera fuente. Surgieron directamente de una profunda y fresca experiencia espiritual, no completamente asimilada, pero que se volvió una inspiración perenne para místicos, teólogos y artistas.

Emergió, entonces, algo único y característico de la consciencia cristiana, despertada por el contacto con el Cristo crucificado y resucitado. Primeramente concierne a la realidad de la persona que nos pregunta ‘¿Quién dicen que soy?’ – una pregunta que solamente puede ser respondida desde el marco de nuestro propio auto conocimiento. En segundo lugar, o al mismo tiempo, tiene que ver con el entendimiento de Dios como Trinidad, como una comunión entre tres. Jesús habla del Padre como su fuente y objetivo y proclama su unión no dual con él. Pero también habla del Espíritu que enviará a continuar y guiar el desarrollo de su enseñanza, el Espíritu Santo, el sucesor real de Jesús.

Y sin embargo la trinidad ha sido una intuición de la mente humana en su búsqueda de Dios y la realidad definitiva. Si esto es porque la mente, reflexionando en su fuente, está estructurada de esta manera – pensamos en grupos de tres – o al revés – es una pregunta abierta. Pero es más que una coincidencia que los antiguos egipcios, los vedas, la tradición india del sat-ci-ananda (ser, consciencia, deleite); las tres manifestaciones del Buda; la idea en la filosofía griega de la humanidad (inteligencia, alma, el cuerpo del mundo); Lao-Tze (no-ser, ser eterno y la gran unidad que produce las diez mil cosas en la multiplicidad del mundo); todas estas visiones y el concepto cristiano de Dios como Padre, Hijo y Espíritu, hablan de los misterios definitivos de una manera tri-dimensional.

Encontramos esta verdad dentro de nosotros – la ‘trinidad inmanente’ que vive la explosiva vida de su amor dentro del corazón humano. Pero también encontramos esta realidad interior en los procesos externos y los eventos de la vida diaria, siempre y cuando hayamos aprendido a reconocerlos. ‘Cuando haces de los dos uno entonces entrarás al reino’ dice el evangelio del dubitativo Tomás. Lo que hace que dos sean uno son los tres. Esto no es teoría. Es la vida.

Laurence Freeman OSB

Traducción: Enrique Lavín, WCCM México

 

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