29 de septiembre 2019

                                                          Photo by Leo Cardelli from Pexels

Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “The Necessity of Solitude” en THE SELFLESS SELF (London: DLT, 1989), págs. 156-7


La experiencia de soledad, hacia la que nos lleva la meditación si tenemos el valor de la sencillez, no es un escape. Es un encuentro. El gran misterio que se despliega… es que este encuentro sucede en un nivel del ser en el que pensábamos que no había nadie a quien encontrar. En un nivel que evitamos porque no queríamos encontrarnos y darnos cuenta del miedo de estar finalmente solos, ahí encontramos todo lo que hemos estado buscando. Alguna vez hicimos todo lo posible para distraernos de nosotros mismos porque teníamos mucho miedo de descubrir la eterna, fría soledad del ser. Sin embargo, la meditación revela que ese miedo es la última tontería, porque a ese nivel de nuestro ser, donde pensábamos que no había nadie a quien encontrar, nos encontramos con Cristo. […]

La meditación nos muestra su efectividad en la forma en que nos relacionamos. Nos lleva a una conciencia más profunda y perspicaz de nuestra naturaleza. La verdad de la naturaleza humana no es, como temíamos, aquella de una mota de polvo cósmico, un organismo unicelular solitario, sino una de seres en comunión. […]

 

Después de la meditación: “Ohio Sunflowerfield” por Franz Wright in GOD´S SILENCE (New York: Knoph, 2006), pág. 132

Escondido, un minute
cada uno cree
que la muerte es
una catástrofe
imprevista
que solo ocurre
en otras partes, a
todas las otras personas,
y al siguiente 
minuto, una 
fatalidad personal a
la cual estamos 
condenados solos —

¿Qué hay de malo con la verdad, 
tan profundamente consoladora y perfecta?

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos