Sábado de la segunda semana de Cuaresma 2020

Ya no hay héroes, solo celebridades. De todos modos, así parece en una cultura donde proyectamos la perfección en aquellos a quienes colocamos sobre pedestales. Luego, la revelación de la debilidad humana, el pecado o el delito histórico, incita a la furia de la multitud por las redes sociales y a una ejecución pública en un patíbulo virtual. ¿Cómo han caído los poderosos y cómo en secreto, demostrado por las ventas de los medios, disfrutamos de sus desgracias, de sus caídas en desgracia?

Dejando a un lado el pecado personal por un momento, la culpa de esta situación social recae en ambos lados. Hay quienes crean dioses falsos y luego los idolatran. Y están los ídolos que explotan los privilegios que reciben - poder, atención, riqueza. Luego están los ídolos que no quieren los privilegios, sino que simplemente los aceptan pasivamente. Cualquiera que sienta que está siendo idolatrado tiene la responsabilidad de declarar y demostrar que solo son humanos. Cuando Cornelio cayó a los pies de Pedro y lo adoró, Pedro respondió “Levántate. Solo soy un ser humano como tú". Sus propias debilidades anteriores fueron, por supuesto, parte de la historia para entonces.

Hay mucho perdón, arrepentimiento y nuevos comienzos en las historias bíblicas. Pero no hay personajes perfectos. Bueno, diríamos que hay uno; pero santidad y autenticidad son mejores términos para describirlo que perfección, un término más matemático que humano. La perfección nos deshumaniza. La Integridad, la humanidad integral, la bondad amorosa, y la no violencia: estas son las cualidades que vemos en Él. No son sobrehumanos ni sobrenaturales, sino simplemente plenamente humanos, revelando nuestra propia naturaleza verdadera. 

Lo que podemos ser y lo que estamos llamados a ser es nuestra verdadera naturaleza. No somos perfectos, pero podemos aspirar a la integridad.

¿Y cuál es esta elusiva integridad a la que nos sentimos ineludiblemente atraídos por medio de la sanación constante de nuestras imperfecciones y fracasos, para llegar a ser nuestro verdadero yo? Libertad del autoengaño, libertad para amar a la máxima capacidad humana, claridad mental inquebrantable y una gentileza de corazón llevada al grado más vulnerable, y la humildad de intentarlo de nuevo.

A Moisés se le negó la entrada a la Tierra Prometida porque su fe había fallado una vez y había fallado como líder. El rey David codició a la esposa de otro hombre y mató al esposo para que pudiera salirse con la suya. Salomón el Sabio terminó sus días como un viejo lascivo con mil mujeres en su harén. El profeta Elías mató a 850 de sus oponentes religiosos después de haberles mostrado la superioridad de su Dios.

Y así sucesivamente, hasta nuestros tiempos salen las revelaciones del pecado endémico y la hipocresía en los líderes religiosos de muchas tradiciones. Líderes en quienes las personas pusieron su confianza y, tal vez inconscientemente, esperaban que fueran más perfectos de lo que eran. No es sorprendente que los únicos pecadores a quienes Jesús señaló con enojo no fueran los pecadores públicos sino aquellos que ocultaron su pecado bajo su personalidad religiosa.

La Cuaresma no es un momento para jugar a ser más religiosos, sino para purificar nuestra religiosidad hasta que se ajuste mejor a la verdad sobre nosotros mismos. Esto no se puede hacer primero en público, sino solo en nuestra habitación interior con las puertas cerradas.

 

Laurence Freeman O.S.B.

Traducido por Mary Meyer,  WCCM Paraguay

 

 

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