Tercer domingo de Cuaresma 2020

 

El evangelio de hoy es sobre el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Ella era una persona marginada tanto en lo que se refiere a él como judío como a su propio pueblo debido a su historial matrimonial. Ella no lo puso a él ni a nadie en un pedestal. Quizás es por eso que se volvieron tan cercanos al decir la verdad sobre ellos mismos.

La primera vez que escuché enseñar a Jean Vanier, cuando dirigió el memorable seminario de John Main en 1990, se trataba de esta historia. Me sentí conmovido e iluminado por cuan profundamente él se identificó con la historia de la mujer samaritana y de cómo habló desde la humildad con una sabiduría espiritual. Fue un momento difícil en mi propia vida y en un par de reuniones personales me dio consejos profundos y sanadores que me ayudaron a continuar en mi camino.

A lo largo de los años, la amistad de Jean con la comunidad de meditación continuó y hace solo unos años él dio su segundo seminario desde Trosly. Jean Vanier fue el fundador de las comunidades El Arca  y durante los últimos años de su vida vivió en uno de los hogares de Trosly-Breuil, en Francia. No puedo negar ni reescribir la historia de la gracia de esta conexión ni del bien que hizo. Él tenía un sentido profundo de que la religión no es acerca de control, sino de sanación y de llevar a las personas a la plenitud de la vida; y que cada persona, por marginal que fuera, era plenamente valiosa. Su tema era la herida humana. Cuanto más lo explicaba, más personas lo llamaban santo. No creo que quisiera que lo pusieran en un pedestal, aunque la gente podría haberse preguntado cuáles eran sus propias discapacidades y heridas. Se le consideraba mejor que la mayoría de las personas. Esto hizo que su caída póstuma de la gracia fuera una sorpresa aún más terrible.

Cuando escuché la verdad sobre el patrón de sus relaciones sexuales con varias mujeres a las que orientaba, no lo creí. Pero la evidencia y las conclusiones que se sacaron son ahora, duras y contundentes. El Arca Internacional (una federación de más de 150 comunidades de espiritualidad católica en las que conviven, crecen y trabajan personas con discapacidad intelectuales junto a otras que carecen de ellas) debe ser elogiada por la investigación independiente que realizó sobre estos casos en que se hizo un daño de por vida a mujeres vulnerables. Al parecer, él no solo era un herido, sino un sanador herido. La forma en que los líderes del Arca Internacional han manejado esta revelación sobre su fundador refleja los mejores aspectos de su propia enseñanza, aunque no de su comportamiento personal. Con el tiempo siento que El Arca será más fuerte y más sabio.

Recientemente le pregunté a un amigo budista su perspectiva sobre esta ruptura de un símbolo religioso. El mencionó el número de maestros en su propia tradición que también habían estado expuestos de manera similar. En uno de esos casos, el Dalai Lama se pronunció por tener una conexión personal. Dijo cuán fácilmente el poder y la influencia dada a los gurús en su tradición podrían corromperse, ya que cualquier tipo de poder corre el riesgo de hacerlo. Pero, agregó, que decepcionante e inexcusable es el fracaso, cuando este poder le otorga a quien lo posee una sensación de privilegios y derechos excepcionales y los exime de los estándares normales de decencia e integridad.

Antes de mañana, cuando concluya esta triste reflexión, les pediría a ustedes que reflexionen sobre el tema en sí mismo. Y también sobre el lenguaje que usamos para pensar y hablar sobre ello. ¿Cómo podemos responder a la revelación de la pecaminosidad de aquellos hermanos y hermanas en quienes una vez ingenuamente solo vimos la gracia?

 

Laurence Freeman O.S.B.

Traducido por Mary Meyer, WCCM Paraguay

 

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