Miércoles de la tercer semana de Cuaresma 2020

En la última guerra, mientras Inglaterra esperaba ser invadida como lo habían sido otros países europeos, el gobierno tomó medidas para dificultar al enemigo las cosas para cuando llegaran. Utilizaron el camuflaje en las instalaciones costeras, crearon una Guardia Nacional de ancianos y niños con rifles anticuados, de los que los ingleses de hoy en día todavía sienten nostalgia; y quitaron todas las señales de tránsito.

Es curioso que el poderoso ejército alemán se haya visto seriamente obstaculizado por no saber si girar a la derecha o a la izquierda ante un cruce de la campiña inglesa.

Cuando leí sobre esto, pensé que reflejaba el sentimiento que tenemos en todo camino de fe - como comenzar un matrimonio, comenzar una nueva comunidad, terminar de escribir un libro o educar a nuestros hijos. Todos estos son caminos en los que la fe, el compromiso personal y la confianza, deben profundizarse en cada momento. Y es así, que a menudo no encontramos señales que nos indiquen claramente que estamos en el camino correcto o qué rumbo correcto tomaremos. A veces las señales están ahí, pero no son muy útiles: como la vez que mi capacidad de decidir pareció paralizarse. Estaba conduciendo desde la isla de Bere a Cork. Llegué a una bifurcación del camino. Había una señal. Pero en un lado indicaba a la izquierda diciendo "Cork" y en el otro a la derecha diciendo "Cork".

En el ámbito espiritual, el camino en sí mismo lo es todo. Cuanto más profundamente nos adentramos en el silencio y dejamos ir las palabras, los pensamientos y la imaginación, como hacemos con el mantra, hay menos signos convencionalmente tranquilizadores. Simplemente está el camino, la forma en que estamos caminando. Y andando, damos el siguiente paso. Al principio, protestamos por la ausencia de garantías y la reconfirmación de nuestra dirección. Nuestros sentidos de dirección y confianza están cuestionados o son confusos.

Lentamente nos damos cuenta de que el camino en sí mismo es la garantía. Aparece una sensación de alivio de que hay un camino, a través de la selva, a través del laberinto de opciones que abruman a la gente hoy en día. Lo hemos encontrado. Existe una gran diferencia que cambia la vida cuando nos damos cuenta de que estamos en camino. Podemos sentir, también, que él nos ha encontrado, porque hay una sensación, que viene del propio camino, de que estamos siendo conducidos por una conexión directa e íntima con él. Nos conoce mejor de lo que nosotros lo conocemos. La conexión es simplemente el hecho de que estamos recorriendo el camino, siempre dando el siguiente paso. Tú no me elegiste a mí, yo te elegí a ti... yo soy el Camino. Este sentido pertenece únicamente a la dimensión espiritual. Este nos permite seguir aquellos tramos del camino que no tienen ninguna señal.

Todo esto puede sonar raro y poco práctico. La señal que es real se lee en la vida cotidiana, en los caminos paralelos de la acción y en la toma de decisión. En los asuntos materiales hay decisiones difíciles de tomar con insuficiencia de tiempo o de información. La fe de nuestro viaje interior es sorprendentemente útil aquí. No entramos en pánico, cuando hay que esperar y soportarlo. Cuando tomamos una decisión tenemos más claridad y hacemos la mejor elección que podemos. Confiamos. Si resulta que nos equivocamos, nos ajustamos a una dirección otra vez.

Si somos fieles en los asuntos profundos del viaje interior también seremos más fieles en los asuntos materiales de la vida.

 

Laurence Freeman O.S.B.

Traducción: Eduardo de la Fuente, WCCM Argentina

 

 

 

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