Jueves de la tercer semana de Cuaresma 2020

 

Me gustaría enviar esta reflexión a nuestra comunidad en Italia ya que ellos, con sus 60 millones de compatriotas están encerrados a causa del coronavirus. Queremos que sepan que toda nuestra comunidad mundial está pensando en ustedes en estos días tan fuera de lo común. Más que sólo pensar en ustedes, los abrazamos con una cariñosa amistad en nuestros corazones en la meditación y en nuestras oraciones.

Expresen lo que sienten y lo que significa para ustedes y sus familias - y estaremos encantados de recibir sus publicaciones en nuestro sitio web o blog. Hablaré con nuestra coordinadora nacional para ver si les gustaría esta conexión con la comunidad en general. Pero, imagino lo que debe ser para ustedes; pienso en dos comparaciones. La primera es una película de Hollywood sobre catástrofes. Mucha de la cobertura mediática de la pandemia alienta esto y de hecho las escenas de calles vacías y la cancelación del transporte lo sugiere.

Pero la otra comparación en la que pienso es en un retiro que comienza de una manera y termina de otra. La diferencia obvia es que en un retiro es una elección libre sobre cómo y dónde pasamos nuestro tiempo libre. Sin embargo, cuando Aleksandr Solzhenitsyn fue liberado del campo de trabajos forzados de Gulag donde había estado encarcelado durante ocho años, dijo que miró hacia atrás y lloró. Sus lágrimas eran una mezcla de alivio por su partida y de gratitud por lo que la vida en el campo le había enseñado sobre sí mismo y el corazón humano. La experiencia que tuvo y la gente que conoció allí inspiraron sus libros durante años.

A veces, cuando nos vemos obligados a hacer algo y nos sentimos prisioneros de una fuerza externa fríamente impersonal, podemos arder de rabia por ello o caer en una depresión. Y sin embargo, a veces, sólo a veces si tenemos suerte, la experiencia de ser obligados nos libera en nuevas y sorprendentes visiones de la realidad. Nos encontramos con algo inesperado, una gracia oculta que de otra manera no habríamos podido encontrar.

Como en la meditación, hay veces que nos sentamos en un desierto árido e incansablemente distraídos por nuestras ansiedades o pérdidas. Podemos sentir una vacía desolación que se extiende lejos en todas las direcciones. Y por qué no pensamos en hacer algo útil o complaciente para con nosotros mismos. La soledad no es un espacio abierto en el que nos sentimos conectados a un todo mayor, sino que es la soledad, la constricción, el abandono o la sensación de ser olvidado. El fantasma de la angustia acecha nuestra alma.

Entonces desde un punto interior, sin ubicación, un rayo de luz invisible toca y restaura nuestra alma marchita a la vida y la esperanza. No es que todos nuestros deseos se cumplan, de hecho ninguno de ellos puede serlo, y el dolor o la pérdida pueden estar todavía demasiado presentes. Pero emerge una alegría que abre un camino a la fuente del ser, nuestro ser.

Espero que de alguna manera para todos nuestros amigos italianos, que se sienten atrapados por fuerzas externas, pueda surgir al menos ocasionalmente alguna paz de esta libertad interior. Esperamos que el tiempo del aislamiento y la cuarentena sea corto. Confiamos en ello por su bien y porque el resto de nosotros necesitamos las cosas bellas - de su temperamento y su país - que nos hacen quererlos.

Laurence Freeman O.S.B.

Traducción: Eduardo De la Fuente, WCCM Argentina

 

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