Viernes de la tercer semana de Cuaresma 2020.

Hoy, después de unos días de enseñanza fuera, he vuelto a casa en Bonnevaux donde me quedaré en un futuro próximo. Mientras estaba fuera, tomamos el difícil pero necesario paso de suspender el programa de retiros de Bonnevaux hasta que veamos cómo se desarrolla la crisis sanitaria mundial. Las calles y las estaciones de tren están desiertas. La gente está diferente.

La primera persona de seguridad en el scanner de rayos X del aeropuerto casi vacío bromeó diciendo que hoy me daría una bienvenida personal. La segunda persona después de dicho scanner parecía encantada de tener a alguien que investigar y se tomó su tiempo libre para vaciar toda mi mochila y sostener el ofensivo lector de libros electrónicos “Kindle”.

Cuando nos encontramos en una crisis nos miramos de manera diferente. Nos afecta a todos por igual y sabemos que ninguno de nosotros tiene el control sobre los acontecimientos. Esta doble conciencia nos inclina a ser más amistosos con los extraños. La vida se desacelera. Nos miramos unos a otros más atentamente. Nos hacemos más presentes. Nos vemos a nosotros mismos en los demás y a los demás en nosotros mismos. Todos estos cambios en nuestra forma de ver y de relacionarnos - en la percepción – al principio nos sorprenden. (Por supuesto, aún estando nerviosos y asustados). Estas breves percepciones pueden desvanecerse rápidamente y volvemos a caer en la ira o la ansiedad. Sin embargo, una crisis como una interrupción de la vida como esta, también puede despertarnos a que es más que un inconveniente, incluso más que un peligro. Es una oportunidad. Con el tiempo pasará (¿y qué no pasa?). Es un catalizador para un profundo cambio de dirección que hemos sabido que necesitábamos desde hace mucho tiempo, pero que nunca tuvimos tiempo de llevar a cabo.

El coronavirus es sin duda, una crisis, un peligro, pero también una oportunidad. La gran mayoría de los que se contagian se recuperarán completamente. Pero habrá muertes y pérdidas y sufrimiento, los cuales son siempre los más pobres y vulnerables a los que más afectan. Encontraremos oportunidades para ser simplemente más amables, más gentiles, más tranquilos los unos con los otros, especialmente con los solitarios y asustados. Manejaremos mejor nuestro miedo y nuestra ansiedad pensando en los demás, haciéndonos descubrir que nuestro prójimo es a quien prestamos nuestra atención.

No sabemos cuánto tiempo continuará esta alteración social de la vida. Esperemos que podamos mirar hacia atrás como una "perturbación creativa". No importa cuánto tiempo dure, no perdamos el tiempo. Puede convertirse en nuestra práctica central de Cuaresma. Estoy consultando con varios de nuestros profesionales de la docencia sobre cómo desarrollar un programa en línea ajustado a las condiciones de la crisis. La mayoría de nosotros viajaremos menos, tal vez trabajando desde casa, así que probablemente tendremos más tiempo para disponer. Esto podría ser aterrador al principio porque, cuando nuestras agendas están llenas, no tenemos tiempo para usar bien el tiempo. Responsabilizamos al estar ocupado como causa de estar ocupado, lo que se transforma en estrés.

Hagamos un balance de vida. ¿Qué se nos ha pasado? ¿Qué estamos haciendo de más? ¿Qué ha sido empujado al estante de atrás? ¿Cuáles son nuestras auténticas prioridades? ¿Qué haría hoy si sintiera plenamente lo incierta, cambiante y corta que puede ser la vida? 

Buenas preguntas en cualquier momento, especialmente en una Cuaresma en la que vida se ve interrumpida por una pandemia.

 

Laurence Freeman .S.B.

Traducción: Eduardo De la Fuente, WCCM Argentina

 

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