Martes de la cuarta semana de Cuaresma 2020.

La atención es como un músculo. Si no la usas – o sólo imaginas que la estás ejercitando mientras en realidad no lo estás - se atrofiará. Las personas que tienen un accidente y quedan confinadas a una cama por un extenso período de tiempo cuentan lo rápido que sus músculos se debilitan.

Cuando finalmente pueden levantarse, encuentran que tienen gran dificultad para hacer las cosas más comunes. El camino de retorno a la movilidad y la salud puede ser largo y ciertamente requerirá ejercicio regular.

En nuestra sobrecargada y distraída cultura (al menos hasta el Corona) podemos estar tan distraídos que ni siquiera sabemos que estamos distraídos. Este estado puede durar hasta que tratamos de prestar atención a algo nuevo y no deseado como una crisis global. Vuela desde los sitios de noticias hasta nuestras familias y nuestras vidas cotidianas como una disrupción de la que no podemos escapar. Lo global invade lo personal. La película de cine catástrofe que mirábamos por entretenimiento se convierte en escalofriante realidad en el encierro urbano, calles desiertas y compradores peleando por los desinfectantes. ¿Quién quiere prestar atención a algo tan desagradable?

Obsesionarse con algo, sea agradable o desagradable, no es lo mismo que prestar atención. Estar adicto o tener una fijación es una forma extrema de distracción compulsiva. Así que podemos estar pegados a las actualizaciones de las noticias durante el día, aunque la mayoría no contienen nada nuevo. Es mejor racionar nuestra dosis de noticias. Mantenerse en contacto, estar informados, pero sin atiborrarnos como hacemos con la mayoría de las distracciones que usamos para distraernos de la distracción.

Ejercitamos un músculo físico alternando contracción y relajación. Aprieta, suelta, aprieta, suelta. Gradualmente se vuelve más fuerte y podemos hacer más cosas. Similarmente, con el músculo de la atención, encontramos que nos estamos volviendo más atentos en más y más aspectos de nuestras vidas – con las personas con quienes estamos, con nuestro entorno inmediato, con los milagros simples de la vida – el canto de los pájaros, las formas de las nubes, el reverdecer de los árboles. Estas no son distracciones, pero nos dan la variedad de contenido que necesitamos para mantener nuestras mentes sanas, flexibles, perceptivas y enfocadas.

La atención que no puede permanecer sobre un objeto el tiempo suficiente para que podamos apreciarlo por sí mismo – no solo por lo que me da a mí – decrece hasta convertirse en distracción. Revolotea de sensación en sensación o en una exploración sin fin.  La atención puede enfocarse y disfrutar sólo por el placer o por la relación; puede moverse a través de un espectro de conciencia en completa calma. Nos movemos de una cosa a otra sin pánico o caos. La variedad es saludable y nutritiva.

Así, durante estos días en que la vida ha cambiado para todos, la meditación es una gran forma, simple y disponible de reconstruir nuestro poder de atención. No es que nos sentemos y meditemos 24 horas al día. Pero incorporamos los espacios de tiempo destinados a la meditación y  encontramos que podemos vivir entre estos tiempos con más paz y  aprecio por la belleza a nuestro alrededor –  y dentro de nosotros. La atención sin un pensamiento o una imagen es oración pura. Pero ejercitarla de esta manera, en los tiempos de meditación, significa que podemos pensar, leer, mirar, escuchar, tocar y oler el resto del tiempo de un modo verdaderamente orante.

 

Laurence Freeman O.S.B.

Traducción: Carina Conte, WCCM Uruguay

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