Jueves de la cuarta semana de Cuaresma 2020.

Nuestra crisis de Coronavirus durará más que la Cuaresma. Pero suma una dimensión urgente y personal a los principales temas de esta temporada espiritual. Los contemplamos luego del inicio de la Cuaresma, pero quizás ahora estemos descubriendo que lo espiritual no es tan abstracto como frecuentemente asumimos y que la vida en sí misma es un viaje espiritual que reúne cada aspecto de la experiencia humana.

Cuando olvidamos esto olvidamos un elemento central de nuestra humanidad. Nos arriesgamos a quedar no sólo espiritualmente desnutridos sino a ser menos que humanos.

Me impactó recientemente recibir una carta al Virus de una joven de veinte años. No la citaré ya que puede ser perturbadora para aquellos que han perdido amigos por el virus o que estén profundamente preocupados por sus seres queridos o por sí mismos. Era una carta de agradecimiento, escrita de manera inteligente y provocativa, pero, como es esperable de una persona joven e intensa, carente de empatía por aquellos que sufren. La carta dolorosamente veía la crisis como un llamado a despertar, una denuncia a un estilo de vida insostenible.

Como dije el otro día, este no es un tiempo meramente para culpar o señalar con un dedo acusador, ni siquiera a nosotros mismos. Pero hay una enseñanza escondida en esta crisis y si podemos encontrarla, reconoceremos la oportunidad de cambio que nos ofrece. El terrible sufrimiento y costo en muertes al final no se justificará, pero será parte de este significado difícil de tragar. Para cualquiera que viva en este tiempo, no importa su generación, si fueron infectados o no, el mundo nunca será el mismo. La familia humana será más débil y la recuperación será difícil. En tiempos así, las fuerzas oscuras de la política y las finanzas pueden tratar de sacar provecho y nunca será más importante tener una masa crítica de personas en quienes la mente contemplativa haya despertado. Ni héroes ni santos sino seres humanos que han recuperado la dimensión espiritual de la realidad, tan frecuentemente ausente, ridiculizada, descuidada, rechazada o trivializada en nuestra cultura actual.

Cuando ponemos la espiritualidad en otra categoría, o la reducimos de un modo materalista a neuronas y mitos, comenzamos el proceso de deshumanizar la humanidad. La paz es buscada por la fuerza, la riqueza amontonada por pocos, las estructuras políticas secuestradas, y la religión se convierte meramente en otra identidad personal o en una ideología agresiva.

Aún si no estaba perfectamente expresada, la joven que escribió esa carta comprendió bien que no estamos enfrentando solamente una crisis de sufrimiento que requiere compasión y acción, sino también una oportunidad de vivir mejor. Las oportunidades pueden ser más desafiantes que los fracasos. John Main una vez me preguntó cuando empezaba este camino si estaba preparado para todo lo que traería. Yo pensé que se refería a todo aquello a lo que estaría renunciando. Pero él me corrigió: ‘me refiero al gozo.’ Etty Hillesum escribió, mientras ayudaba a los judíos que estaban siendo reunidos para ser llevados a Auschwitz, “Hoy siento una desesperación total. Tendré que manejarla.”

Estamos ahora en los días del equinoccio de primavera, la fuerza de resurrección más poderosa de la naturaleza. Es el momento oportuno para que manejemos el gozo.

Laurence Freeman O.S.B.

Traducción: Carina Conte

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