Jueves Santo 2020

‘Hagan esto en memoria mía’, dice Jesús en la Última Cena, que evolucionó – y sigue evolucionando en la vida cristiana – en la Eucaristía. Lo ‘recordamos’ como miembros de su cuerpo místico y este recuerdo nos nutre y nos permite crecer.

Es alimento para el camino, una sanación de la condición humana, una celebración de la vida tal como se puede vivir con los poderes del perdón, la igualdad y el compartir. Por supuesto es simbólico. Pero los símbolos son fuerza de transformación.

Hacemos memoria de diferentes maneras. Hay un recuerdo del enojo y resentimiento que llamamos venganza. Hay nostalgia del arrepentimiento y tristeza por lo que se ha perdido en el tiempo. Esta clase de memorias nos mantiene mirando hacia atrás. Fallan al no incorporar el pasado al presente. No nos pueden preparar para lo que sigue en el flujo del tiempo, el futuro desconocido. Estas maneras de recordar no nos llevan al momento presente. No es la manera de tener presente aquello de lo que se trata la Eucaristía.

En una Eucaristía contemplativa, tal como la que celebramos en línea todos los domingos en Bonnevaux, es más fácil sentir la presencia de Cristo en el eterno presente, el momento presente donde el pasado se ve sanado y nos renovamos para construir el futuro.

Muchos de los lectores de estas reflexiones diarias se han visto forzados a estar más solitarios y aun aislados desde el inicio de Cuaresma. Hablaba el otro día con un meditador que lleva dos semanas en cuarentena en un cuarto de hotel. Está bien, me dice. No ha prendido el televisor para nada. Algunos días añade una tercera meditación a su práctica regular de dos veces al día. Se mantiene en contacto con sus amigos cercanos en línea e inició un proyecto de trabajo creativo que lo está absorbiendo. Inició este camino de soledad forzada y desaceleración dramática con la ventaja de un camino espiritual previamente establecido. Está contento de irse a casa pronto y ha aprendido mucho de la experiencia y se siente agradecido por esto. Cree que vivirá la vida de una manera diferente ahora, más simple y más agradecido.

Para otros, la desaceleración o la soledad no han sido fáciles. El tiempo se ha recargado fuertemente en ellos. Se han sentido inquietos, solos, aislados, olvidados, abandonados. Cuando algo nos duele, es natural buscar distracciones, “pensar en otra cosa”. Pero la distracción puede volverse un problema en sí misma, otorgando solamente un alivio momentáneo. Al volverse más adictiva, necesitamos dosis mayores para obtener el mismo resultado.

Muchos de nosotros ya estamos adictos a algunas formas de distracción. Encontrándonos en encierro voluntario significa que podemos aumentar la dosis o buscar instintivamente otras formas de arreglar el problema – pero ellas no lo hacen. Por otro lado puede ser una oportunidad también de descubrir lo que un camino y una práctica espirituales significan.

La meditación no resuelve el problema del Covid-19. Si el virus es contagioso antes de la meditación, lo seguirá siendo después. Pero una simple práctica diaria de meditación, representará sin duda un cambio en la manera que enfrentamos y tratamos con la crisis.

Laurence Freeman OSB

Traducción: Enrique Lavín  WCCM México

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