Cuaresma 2012. Martes de la 5ª Semana de Cuaresma.

"Y el que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada". 

El siempre había anhelado agradar a su padre y ganar su aprobación. Incluso en su madurez, después de casado y con hijos propios, su padre no le dio ese sello final de aprobación que tanto ansiaba. En cierto cumpleaños importante de su padre, le regaló algo que sabía que él siempre había querido, una Harley Davidson. Tocó un deseo secreto que su padre había compartido con él unos años atrás, en un raro momento de intimidad. Cuando le presentó el regalo supo instantáneamente que no había logrado el milagro que esperaba. Su padre lo aceptó amable y fríamente, manteniéndose distante, escondiendo sus sentimientos hacia el hijo tal como siempre lo había hecho. El corazón de este hijo ya crecido estaba deshecho, de pronto se convirtió otra vez en un devastado niño llorando por la afirmación masculina que nunca había recibido.

Esto, sin embargo, no tiene nada que ver con el tema de reflexión de hoy. Jesús se está refiriendo, como lo hace a menudo en el evangelio de Juan, a su relación con su Padre (nuestro padre). Pero no es una conexión psicológica como la relación descrita en la anécdota de arriba. La imagen de un padre o madre es tan poderosa para la mayoría de las personas, que uno podría cuestionar si es acertado llamar a Dios usando uno de estos términos tan cargados de equipaje psicológico para cada historia individual.

Al fin y al cabo, Jesús y su cultura fueron, por supuesto, pre-freudianas. Como asumimos que el paradigma freudiano está por debajo de toda la interacción humana, lo pre-freudiano es a menudo percibido como naïve o primitivo. Más importante que esto, sin embargo, es el nivel en el cual Jesús está usando este símbolo de su relación con “mi Padre” - quien es su punto de referencia universal y fuente de autoridad. Es un nivel humano, pero no psicológico. Es ontológico: la naturaleza del ser como tal, no de esta manera o la otra, individual o inter personal, sino la manera en que todo es en sí mismo. El Ser.

Pero puesto de esta manera podríamos decir “bueno, ¿y qué rayos significa esto”? Quizás es por esto, después de todo, que Jesús usó el símbolo de padre, como algo con lo que podemos relacionarnos aunque ilustrando algo imposible de poner en palabras y sin embargo más real que cualquier pensamiento.

Por esta razón, sentirse afirmado por la realidad en este más profundo y simple de todos los niveles podría ser la mejor o única manera en que el hijo no amado podría sanar esta necesidad no satisfecha de su psiquis.

En el desierto, en la meditación, cruzamos a través de nuestro mundo psicológico (con unos pocos baches en el camino), directamente al terreno de ser.

Laurence Freeman OSB

Traducido por Javier Cosp Fontclara

Categorías: