25 de marzo 2012.

 

Un extracto del libro de John Main OSB, “The Inner Christ, MOMENT OF CHRIST” (New York: Continuum, 1998), p. 106.

El camino de la meditación no es una vía de escape. Menos aún, un camino de ilusión. No tratamos de escapar del mundo real de fines desprolijos y comienzos caóticos, tampoco tratamos de construir una realidad alternativa propia. Lo que Jesús nos promete es, que si lo mantenemos en nuestro corazón con reverencia… todo el caos y toda la confusión del mundo perderán su poder sobre nosotros. 

 

Las tensiones, los esfuerzos, los desafíos, permanecerán, pero no tendrán poder para derrotarnos si fundamos nuestra vida sobre la roca que es Cristo. Esta es la verdadera tarea. Este es el verdadero desafío al que cada uno de nosotros debe enfrentarse para entrar a la realidad que es Cristo, la roca sobre la que podemos construir nuestras vidas con la seguridad absoluta que él nos amará a través de nuestros errores, a través de todos nuestros cambios de corazón y mente y a través de cada momento de nuestras vidas hasta el final, porque él es amor supremo.

Es por eso que San Pedro nos habla de la importancia de mantener a Jesús en nuestro corazón con reverencia. Enraizados en él estaremos enraizados en el principio de toda vida, en la realidad misma y, fundados en él, nada tendrá poder sobre nosotros, ni la muerte misma. El desafío sería encontrar el camino hacia él encontrando el camino hacia nuestro corazón, para así poder mantenerlo con reverencia. El camino de la meditación es, por lo tanto, un camino de morir a la ilusión, de abandonar la irrealidad, y es un camino para aprender a elevarnos con Cristo, a elevarnos más allá de nosotros mismos y de nuestras limitaciones hacia la vida eterna.

 

Después de la meditación: “In the heat of late afternoon..." por Gary Young, de “Even So: New & Selected Poems”. © White Pine Press,  2012. Citado en The Writers Almanac, 22/3/2012.

Al calor del atardecer, un cielo casi sin nubes relampagueaba hasta la cima de la lejana meseta. Al caer de la tarde, todo el extremo sur del valle resplandecía a medida que las nubes se tornaban incandescentes con algún rayo de luz distante. Hay una constante unión aquí entre el cielo y la tierra. Esta tarde, una tormenta cruzaba el valle. En un momento la tierra estaba seca, al momento siguiente torrentes de agua bajaban de las laderas y arroyos. A un cuarto de milla de distancia pude ver la lluvia salpicando la salvia y el suelo de fina arcilla. Pude ver  la lluvia acercarse y golpear, empapándome, y seguir adelante. Diez minutos después estaba seco.

La lluvia viene del cielo y somos limpiados por ella. De repente, el significado del bautismo se hizo claro para mí: podemos comenzar de nuevo y cada día somos salvos.  

 

Traducido por Teresa Decker