Martes de la tercer semana de Cuaresma

Evangelio ¿No estabais obligados a compadeceros como yo me compadecí de vosotros? Mt 18,21-35. Sigue leyendo

De vez en cuando, las personas cuentan un sueño en el que encuentran felizmente lo que buscan en el nivel más profundo y completo. Dicen que es como si estuvieran trabajando en un problema complejo y de repente se resolviera, con sencillez, elegancia y belleza total. Los científicos suelen utilizar estos términos para describir sus mayores descubrimientos. Cuando el soñador se despierta, le sigue resonando esta experiencia de pura verdad. Pero cuando intentan recordar cuál fue la solución que les proporcionó ese momento de plenitud y alegría, el resplandor se desvanece rápidamente; y pronto, al volver a la conciencia ordinaria, se encuentran a gran distancia de este descubrimiento. De hecho, incluso han olvidado qué era lo que buscaban. Todo lo que queda es un resplandor a base de buscar y encontrar - pero para qué o cómo se ha perdido ya -, como ocurre con gran parte de nuestra vida en los sueños. No es de extrañar que la gente se pregunte qué recordará de esta vida en la siguiente. Tal vez esta sea la verdadera pregunta sobre nuestra "supervivencia": no habrá memoria porque todo será ahora.

Hay cosas que no podemos pretender explicar en este nivel mundano de conciencia. Cuanto más lo intentamos, más se aleja la realidad. Si por ejemplo, sigues intentando resolver el "problema de Dios", te quedarás con muchas ideas y contradicciones. Puede que te conviertas en un experto mundial en la teoría, pero sentirás que el sabor de Dios ha desaparecido y se ha vuelto seco y envejecido.

Lo esquivo de la verdad es un eterno desafío para nuestro hemisferio izquierdo. Incluso el Camino y la Verdad son un reto. Podemos sentir que "seguimos a Jesús" con un sentido de unión cada vez más fuerte a lo largo de los años. A veces, si pensamos en dejar esta relación, nos repetimos a nosotros mismos las palabras de San Pedro: "Señor, ¿a quién iremos?" No obstante, a pesar de esto y de todas las teologías expuestas durante milenios sobre Jesús y su significado para la humanidad, no hemos encontrado ninguna explicación. Las preguntas "¿quién es?" o "¿qué hizo?" nos conducen hacia un horizonte lejano. Esto es un poco incómodo cuando tienes que explicar tu fe a alguien que no lo sigue. Por otro lado, puede ser la mejor prueba de que el discipulado no es ilusorio. Más extraño aún, es que cuanto más aceptas este estado de desconocimiento irreductible, más paz sientes al respecto.

Otro ejemplo de esta situación peculiar es la experiencia de la meditación, cuando perdemos la conciencia de nosotros mismos hasta el punto de entrar en la plenitud de la conciencia. “El monje que sabe que está rezando, no está rezando de verdad", dicen los padres y las madres del desierto. Esta es una afirmación más elevada sobre la naturaleza de la experiencia  de la que somos capaces en esta vida. Puede sonar a algo absurdo - como las paradojas - e inexplicable. Sin embargo, también tiene una autoridad en la que nos sentimos inclinados a confiar. Tal vez el mismo hecho de que sea tan imposible de explicar demuestre que podemos creer que es verdad.

Traducción: WCCM Argentina

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