Cuarto domingo de Cuaresma

Evangelio: LC 18, 9-14 (Jn 3:14-21. Jesús dijo a Nicodemo:…)

Jesús habla aquí en tono de paradoja: humanamente divino, personalmente cósmico.

“Recuerden la serpiente que Moisés hizo levantar en el desierto: así también tiene que ser levantado el Hijo del Hombre, y entonces todo el que crea en él tendrá vida eterna”. Sigue leyendo.

En el desierto de la Cuaresma aparecieron “serpientes de fuego” que mordían y mataban a muchos. Moisés hizo una serpiente de bronce, la erigió en su báculo y quien la mirara era sanado. Mirar a la Cruz es enfrentar y trascender la mortalidad. Mirar, ver. La contemplación sana. La vida eterna es más que simplemente no morir. Es morir sin miedo, vivir sin miedo a la muerte, ni a la vida.

“¡Así amó Dios al mundo! Le dio al Hijo Único para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.”

Jesús se revela a sí mismo a través del mito fundacional de su pueblo, en términos que ellos reconocen aun cuando hace explotar los confines del mito conduciéndolos (y a nosotros, si lo escuchamos) a la experiencia directa. Es crucial que diga que “ha sido enviado”. Conocer esto es saber que carga el amor de Dios para llevarlo directamente a la humanidad y a cada ser humano. Esto es tan simple y tan difícil para nosotros de aceptar como lo fue para Nicodemo.

“Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que se salve el mundo gracias a él. Para quien cree en él no hay juicio. En cambio, el que no cree, ya se ha condenado, por el hecho de no creer en el Nombre del Hijo único de Dios.”

Nuestra idea de Dios es una proyección del superyó. Dice que seremos recompensados por ser buenos y si no lo somos, seremos condenados. Jesús arroja esta imagen de Dios, de un dios, directo al fuego de la zarza ardiente. Toda “condenación” es ahora vista como auto-condenación. Negarse a creer significa endurecer nuestros corazones, negarse a abandonar la celda de la prisión aún después de haber escuchado el llamado a la libertad. Pero no somos castigados dos veces por este rechazo. Es una herida auto-infligida. Una vez es suficiente. Pero el terapeuta divino, sanando al mundo, espera. Si un tipo de tratamiento no nos llega, algún otro lo logrará. Habiendo recibido recientemente la primera vacunación, disculpen si lo comparo con rechazarla.

“Esto requiere un juicio: la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Pues el que obra el mal odia la luz y no va a la luz, no sea que sus obras malas sean descubiertas y condenadas. Pero el que hace la verdad va a la luz, para que se vea que sus obras han sido hechas en Dios”

La vida conlleva responsabilidad moral. No hacer nada es hacer el mal. Es oscuridad porque no podemos ver lo que estamos haciendo. Una nueva luz ha irrumpido en nuestras mentes oscuras pero la oscuridad sigue siendo más familiar, más fácil. La religión sin la luz de la sabiduría conspira con la oscuridad sin saberlo. Jesús trasciende la religión, aun la que lleva su nombre. La verdad es implacable en dejar al descubierto nuestros dobles estándares y nuestra hipocresía. Cuando nos entregamos y nos rendimos a la verdad, no hay donde esconderse. Entonces vemos que todo es la obra del amor y siempre lo ha sido.

Traducción: WCCM Uruguay

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