Viernes de la quinta semana de Cuaresma.

Evangelio: Querían arrestar a Jesús pero él los eludió. Jn 10: 31-42.

Nos acercamos al final de la Cuaresma y al comienzo de la Semana Santa. Es un buen momento, si os parece bien, para revisar y evaluar lo que os han enseñado las últimas seis semanas. ¿Ha cambiado algo? ¿Veis algo de forma diferente? ¿Sois más libres, o menos? ¿Qué esquemas permanecen enredados? ¿Por dónde se han ido soltando? Sigue leyendo.

Cualquier aspecto de reflexión seria sobre el sentido de la experiencia es como el dios Jano. Para los romanos era el dios de las puertas y los pasadizos, de los finales y de los comienzos. Cada puerta es una entrada, una salida y una vía a través. Por cada ventana se puede mirar hacia adentro, y hacia afuera, y a través.

Reflexionar acerca del sentido es una forma de pasar el tiempo, pero no debería llevarnos todo nuestro tiempo, porque de lo contrario no tendríamos tiempo para vivir. Vivir plenamente significa desviar la atención de nosotros mismos. En lugar de mantenernos en el centro de cada escena, haciendo grandes soliloquios, nos permitimos convertirnos en un actor secundario o incluso salir del escenario. El sentido aparece entonces como una experiencia de conexión íntima con dimensiones de la realidad más allá de la que nos obsesiona, es decir, nosotros mismos. Como resultado, nos percatamos de nosotros mismos con mayor claridad al activar nuestra visión periférica, que incluye la mayor parte de nuestro campo visual. Vemos en más direcciones. Desviar la atención de nosotros mismos como punto fijo de auto-observación nos permite ver y conocer mejor.

En el evangelio de estos días se describe a Jesús acercándose a Jerusalén, comienzo de su Pasión y final de su vida. Es muy consciente de lo que se le avecina a medida que se acerca. En muchas tradiciones, los iluminados, que ven con todo el campo de visión, saben de su muerte inminente.

Mientras pensaba en esto, recordé la frase “los acontecimientos futuros proyectan sus sombras ante ellos”. Mi curiosidad por conocer su origen me llevó a un cuadro con ese mismo título pintado por un artista canadiense del siglo XIX (Charles Caleb Ward) de las provincias rurales del Este. Es una escena simple pero conmovedora, de una familia pobre mirando un cartel que anuncia la inminente llegada del Circo de Barnum. Representa maravillas y cosas extrañas, como momias egipcias y caballos con cuernos, que normalmente no se ven en New Brunswick. Cosas emocionantes, fuera de lo común, a las que esperar con ilusión. Visibles para nosotros son los restos hechos trizas de viejos carteles que prometen futuros pasados. Detrás de los padres y dos de sus hijos hay un tercer hijo, un niño absorto no en el cartel y las cosas por venir, sino en una marioneta que está sosteniendo. Su imaginación se está despertando dentro de sí mismo, ahora. Para los demás, se exterioriza y se proyecta hacia el futuro.

La única otra figura es un perro tirado en el suelo cerca del niño, mirándonos como el dios.

Traducción: WCCM España

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