22 de abril 2012

 

“El Poder de la Atención”, tomado del libro THE SELFLESS SELF (Londres: DLT, 1989), pp. 31-35. Laurence Freeman OSB

Siempre ha habido un gran peligro, el mismo peligro que existe para nosotros hoy en día especialmente en nuestra sociedad auto-consciente y narcisista, de confundir la introversión, la auto-fijación y el auto-análisis con la verdadera interioridad. 

 

El predominio de las heridas psicológicas y la alienación social exacerban este peligro al pedir un trato gentil y compasivo para tratar con ello…

Ser verdaderamente interior es lo completamente opuesto a ser introvertido. Al darnos cuenta de la presencia que mora dentro de nosotros, nuestra conciencia se convierte y dejamos de mirarnos a nosotros mismos, anticipando o recordando sentimientos, reacciones, deseos, ideas, sueños. Nos volcamos hacia otra cosa. Y eso es siempre un problema para nosotros.

Pensamos que sería más fácil obviar la introspección si supiéramos hacia dónde deberíamos dirigirnos. Si tan solo tuviéramos un objeto fijo al que mirar… Si pudiéramos representar a Dios con una imagen…

Pero el caso es que el verdadero Dios no puede ser jamás representado con una imagen. Una imagen de Dios sería tan solo dios. Hacer una imagen de Dios es hacer meramente una imagen restaurada de nosotros mismos. Ser verdaderamente interior, abrir el ojo del corazón, significa vivir dentro de la visión sin imagen que es la fe, y esa es la visión que nos permite “ver a Dios.”

En la fe, la atención está controlada por un nuevo Espíritu, no por los espíritus del materialismo, de la búsqueda de nosotros mismos o de la autopreservación, sino por el ethos de la fe que es por naturaleza, desprendimiento. Es abandonarse siempre, renunciando continuamente a los premios de la renunciación, que son inmensos y por lo tanto necesarios para ser retribuidos con ellos…

Podemos verlo simplemente  al recordar aquellos momentos o fases en la vida donde experimentamos un mayor grado de paz, satisfacción y gozo y reconocemos que esos fueron los mejores tiempos, no aquellos tiempos en que nada poseíamos sino aquellos tiempos cuando nos perdíamos  a nosotros en algo o alguien. El pasaporte al reino requiere la marca de la pobreza...

Sin embargo, aprender a estar centrados en algo más allá de nosotros mismos es una disciplina, es un discipulado, eso significa una ascesis. No hay nada más difícil que aprender a quitar la atención de nosotros mismos… somos propensos a dejar que nuestra atención vague, de volver hacia la auto-conciencia, hacia la auto-infatuación y la distracción.

Hay una simple verdad a descubrir. Cuando la atención está concentrada en Dios, con la visión de la fe, todo nos revela a Dios. Cuando nuestra atención se encuentra en nosotros mismos, en la ciega imagen del ego, todo nos distrae fuera de Dios.

Parece un desafío demandante concentrar nuestra atención siempre en esa visión de fe, hasta que nos demos cuenta que eso es precisamente para lo que fuimos creados.

 

Después de la Meditación: De los Diarios de Thomas Merton: Volumen cinco 1963-1965 (New York: Harper Collins, 1997), p.224.

4 de Abril, 1965. Domingo de Pasión.

Toda la noche llovió suavemente. La necesidad de continuar trabajando en la meditación — llegar a la raíz. La mera pasividad no sirve. Aunque la actividad tampoco ayudará. Un tiempo para profundizar sin palabras, para captar la realidad interior de mi nada, en El que es.  Hablar de esto en estos términos es absurdo. Nada que ver con la realidad concreta  que debe ser captada. Mi oración es paz y lucha en silencio, ser consciente y verdadero, más allá de mí mismo. Salir de mí mismo, no porque yo quiero, sino porque soy llamado y debo responder.

Traducido por Teresa Decker