16 de setiembre 2012

Del libro de John Main OSB, “WORD MADE FLESH, Purity of Heart”, (Londres: Canterbury Press, Noruega 2009), pág. 58-59

… Generalmente pensamos sobre la libertad meramente como la libertad de hacer lo que tenemos ganas de hacer. Pero aún la más rudimentaria experiencia de haber hecho contacto con el poder de Jesús en meditación, nos muestra que esa libertad es esencialmente el poder para hacer y la libertad de ser quien somos.

 

… Para ser quien somos, debemos estar conectados. Lamentablemente, solemos descubrir que no podemos ser nosotros mismos estando en soledad. La relación fundamental de la vida es nuestra conexión con Dios, y la meditación es nuestro compromiso hacia ello. La oración puede ser descripta como la atención desinteresada que traemos a este contacto, en el cual todas las relaciones encuentran su curso. Entonces no pensamos en nosotros mismos en meditación. Prestamos atención a Dios. Aún pensar en Dios nos conduciría a pensar en Dios en términos propios.

… La maravilla de la oración es que con atención desinteresada, entramos en la total bondad de Dios y nos convertimos en buenos nosotros mismos; no a través de esfuerzos platónicos pero simplemente porque estamos entrando en la órbita radiante de esta bondad. Esta es la base esencial de toda moralidad, no el hecho de que tratamos de imitar a Dios, sino que participamos de la bondad de Dios. Los antiguos Padres llamaban a esto “la pureza del corazón”. La vivimos cuando nuestro corazón es liberado de todo deseo, incluso el deseo de Dios. No deberíamos querer poseer a Dios o incluso poseer la sabiduría o la felicidad. El deseo en sí mismo nos priva de vivir todo esto. Preferentemente deberíamos, simplemente y en quietud silenciosa, ser quien somos y estar contentos en la bondad porque estamos en Dios.

Todos procedemos de un estado en que alguna vez vivimos la simplicidad, inocencia y el gozo de la bondad pura. Esta es la base para una respuesta religiosa verdadera para la vida. Esto lo puedes ver en los ojos serios de un niño que está comenzando a descubrir la maravilla en el misterio de la vida, en la religión, en Dios. La meditación es tan importante para todos nosotros porque, por el simple poder de su acción, nos trae nuevamente al serio acercamiento de la experiencia religiosa.

Por serio, me refiero a que en meditación no estamos tratando de manipular a Dios para nuestros propósitos. No somos condescendientes de involucrarlo en nuestras vidas. Más que eso estamos descubriendo la maravilla de su acción en nuestras vidas. Lo hacemos cuando repetimos el mantra, entramos en la quietud y en el silencio, traspasando el deseo y llegando a la pureza del corazón. Entonces simplemente nos estamos abriendo, y esto requiere todo lo que somos, la realidad en su más pura e íntima auto-revelación. Nos estamos abriendo a la presencia de Dios, dentro nuestro y alrededor nuestro, como al poder en el cual somos sostenidos por amor.

 

Luego de la meditación: De “THE ASIAN JOURNAL OF THOMAS MERTON, Informal Talk, 10/1968, Editorial N. Burton, et. al. (NY: New Directions, 1975), pág. 308.

En el nivel más profundo, donde la comunicación no es comunicación, sino comunión. Es sin palabras. Es aquél que está más allá de las palabras y del habla y del concepto. No es el descubrimiento de una nueva unidad. Descubrimos una unidad antigua. Mis queridos hermanos (y hermanas), ya somos uno. Pero imaginamos que no lo somos. Y lo que tenemos que recuperar es nuestra unidad original. Lo que tenemos que ser es los que somos.

Traducido por Isabel Arçapalo