18 de noviembre 2012

Un extracto de Laurence Freeman OSB, CHRISTIAN MEDITATION NEWSLETTER, Vol. 34, No. 3, Octubre 2010, pp. 4-5.

El verdadero otro es esencial para la mente amorosa y mística. La ‘otredad’ o alteridad estimula la mente y le permite abandonar sus parámetros fijos y expandirse más allá de ella, aumentando la visión del mundo y de nosotros en él.

Enfrente del otro tenemos que dejar ir el dramatizarle. Esto es un poco lo que entiendo por el término ‘una mente católica’, que se ha encontrado cara a cara con el otro que no puede describir o controlar. La mente católica intuitivamente busca incluir antes que rechazar, aún cuando se encuentra con un abismo de diferencia en el otro que la hace retroceder al encontrarlo equivocado y amenazante.  [. . . .]

Nos volvemos católicos en este completo e incluyente sentido solo por medio de nuestro crecimiento, que es un pasar a través de las etapas de sanación e integración. Así que ninguno de nosotros es católico todavía, ni siquiera el papa. Siempre hay la posibilidad de avanzar. Pero la alternativa al proceso de perdón es la mente sectaria que cosifica al otro y a través del miedo y el placer del poder le niega su subjetividad pura, su alteridad, su esencia. Social e históricamente hemos hecho esto a los inmigrantes, a los judíos, a los gays y a otras minorías fáciles de atacar, y aún a la mitad de la raza humana a través de la exclusión patriarcal de la mujer. Al hacer esto, nos excluimos del todo, y por lo mismo, del sagrado Uno.

Dios siempre es sujeto, el ‘gran Yo SOY’, libre de nuestros intentos de cosificarlo y manipularlo. Encontramos esta pura emanación del ser en nuestro propio silencio profundo, no en la ideología o en la abstracción, pero en modos diversos, básicamente en cada uno de nosotros y en la belleza y maravilla de la creación, el océano del ser, del sufrimiento y de la dicha, en que nosotros y hasta el creador hemos nadado.

…Pensar en la contemplación como un tipo de lujo, relajamiento o pasatiempo hace que se pierda por completo el significado del desarrollo humano como el único camino esencial que tenemos para glorificar a Dios. ¿Cómo podemos glorificar a Dios por lo que decimos o hacemos? Solo podemos reflejar de regreso a Dios la gloria divina guardada en potencia en nuestra humanidad. San Juan de la Cruz dice que el alma es como un regalo envuelto. Desenvolverlo es la forma de glorificar a Dios –en última instancia a través de participar completamente en la vida de Dios y su visión. Meditamos, dijo John Main, para volvernos la persona que Dios sabe que somos. Volvernos uno con el dador del regalo al devolver el regalo al dador y entonces encontrar lo que contiene el regalo.

Después de la meditación: “Cup and Ocean,” THE SOUL OF RUMI: A NEW COLLECTION OF ECSTATIC POEMS (New York: HarperCollins, 2001), p. 155

Estas formas que parecemos ser son copas flotando en un océano de conciencia pura.

Se llenan y hunden sin dejar un arco de burbujas o un chorro de agua de despedida. 

Lo que somos es ese océano, muy cerca para verle, aunque nadamos en él y bebemos en él.

No seas una copa con el borde seco, o alguien que monta toda la noche y nunca conoce al caballo bajo sus muslos, cuya fuerza lo lleva.

 

Traducido por Enrique Lavin