2 de diciembre 2012

Extracto del Boletín de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, del invierno de 1996, “Anniversary of John Main, December 30th 1996”, (Aniversario de John Main, diciembre 30 de 1996), Laurence Freeman osb.

Tal vez uno de los dilemas más desconcertantes hoy en día para la cristiandad tradicional, es el significado de comunicar los evangelios en una manera no competitiva, en el contexto de las relaciones con otras creencias… Para el cristiano exclusivista, esto es absurdo.

 

Y todavía es lo que está ocurriendo en todos lados, todo el tiempo. Y tal vez… el Espíritu está tratando de enseñarnos algo. Tal vez la cristiandad está aprendiendo que si es verdaderamente universal debe encontrarse y reconocerse en todas las formas de experiencia espiritual humana y en toda clase de evento espiritual…

Estamos arribando en estos días a una nueva era de diálogo, de tolerancia, de mutua reverencia y apoyo, que aquellos que nos precedieron jamás se hubieran imaginado. Sin embargo es factible para los cristianos, ya que se fundamenta en el hecho de que es tan compatible con la personalidad y el ejemplo de Jesús. No rechazó a nadie, toleró a todos, y vio el misterio de Dios en todas las personas y en su naturaleza. Comió con aquellos que debería haber despreciado; habló con aquellos que debería haber evitado. Fue tan abierto a todos como lo fue con Dios.

En Jesús, se intersectan el tiempo y la eternidad, la Palabra se convierte en palabras humanas. Pero la intersección ocurre en la pobreza de espíritu del ser humano. Esta pobreza es el punto “donde el misterio infinito se encuentra con la concreta existencia”. Esta pobreza es, no solamente por la ausencia de cosas sino por la toma de conciencia de nuestra necesidad  hacia otros, hacia Dios. La necesidad humana es universal. Los ricos y poderosos, como los pobres y marginalizados, son todos igualmente necesitados.

La necesidad es simplemente el fuerte sentimiento que se eleva en respuesta al hecho de la interdependencia. No estamos separados uno del otro, o de Dios. La sabiduría es el reconocimiento de nuestra interrelación. La compasión es la práctica de nuestra vinculación. En la meditación nos sumergimos a un nivel de realidad más profundo que aquel superficial, dirigido por nuestra mente egoísta, a la cual frecuentemente somos atraídos en la red de la ilusión de independencia e individualismo. Desenredarnos de esta red es el trabajo diario de la meditación y es también la nueva forma de practicar la presencia de Dios en nuestra vida ordinaria, que a la vez es creada por la meditación diaria.

 

Después de la meditación: de Meister Eckhart, “The Essential Sermons”, citado por Willigis Jager, en SEARCH FOR THE MEANING OF LIFE: Essays  and Reflections on the Mystical Experiences (Liguori: Triumph books, 1995).

El que real y verdaderamente tiene a Dios… lo tiene en todos lados, en la calle, en compañía de otra persona, tanto  en la iglesia como en los lugares solitarios… quien tiene a Dios esencialmente presente… capta la divinidad de Dios; y para él, Dios brilla en todas las cosas; porque todo tiene el sabor… de Dios. Una persona no puede aprender esto si huye, evitando las cosas y encerrándose a sí mismo en una soledad externa;  pero debe practicar una soledad de espíritu, donde se encuentre o con quien se encuentre. Debe aprender a trascender las cosas para arraigarse a Dios, en ellas.

Carla Cooper - cmcooper@gvtc.com

Traducido por Isabel Arçapalo