9 de diciembre 2012

Del “Mensaje de Navidad” de Laurence Freeman OSB, email, 2009

 

Una tradición judía dice que cuando los ángeles vieron que Dios había terminado su trabajo de la creación estallaron en una canción de alabanza tal que continúa a través del tiempo en el corazón de todas las cosas.

La historia del nacimiento de Jesús provocando otra gran explosión cósmica luego de que los pastores escucharon las buenas noticias, nos recuerda lo diferente y lo parecida que es la nueva creación en Cristo. El mantra canta similarmente en nuestros corazones la epifanía de su nacimiento en nosotros.

La historia de los evangelios sobre el nacimiento y la infancia de Jesús contiene un número de cánticos: el Benedictus de Zacarías, el Magnificat de María y el canto de Simeón, los cuales  se convirtieron en parte de la oración diaria de los cristianos. Estos actos humanos de alabanza fueron probablemente compuestos por las primeras comunidades cristianas cada vez que reflexionaban el misterio de Jesús y que penetraban gradualmente en sus profundidades. Luego también se utilizaron retrospectivamente en el evangelio de Lucas para acompañar las narraciones de su nacimiento. Esta pauta nos muestra cómo la oración, la liturgia y las escrituras van entrelazando la tradición de fe y que es a la densidad de su significado a la que retornamos cada año en la celebración de la época de Navidad.

Los seres humanos contamos historias para darle el significado que necesitamos para descubrir la manera de vivir bien. Las historias de las escrituras son diferentes de las de las telenovelas o aún a las de la literatura de ficción con las que nos entretenemos. La narrativa de las Escrituras, como aquella sobre el nacimiento de Jesús, nos trae muchos beneficios cada vez que la recordamos, tan frescamente entrelazada con la historia de nuestras vidas. Nuestra profunda experiencia espiritual, la elevación y la clarificación de la conciencia que es el resultado de nuestra meditación, es alimentada por la Palabra que está viva y activa. También nos conduce de vuelta hacia las Escrituras con un nuevo apetito y capacidad para comprender la revelación.

La Navidad es una fiesta de un fuerte significado. La mayor parte de él está reflejado en nuestra forma cultural de celebrar en esta época del año, el intercambio de regalos que nos recuerda que las relaciones humanas están basadas en dar y no en negociar o explotar, la reunión de la familia y amigos nos recuerda que no estamos solos en la individualidad del camino humano, la comida y la bebida nos recuerdan que esta celebración es natural y necesaria para nosotros. Pero todo esto depende de la experiencia personal de lo que la Navidad es, esencialmente sobre la pobreza radical y la simplicidad, la embriagadora proximidad a Dios que nuestra total dependencia como seres nos revela. Cuánto más cerca estemos a esta simplicidad radical, con la que la meditación nos mantiene, más tendremos que cantar. Más completa es la canción, más rico es el silencio.

Abracémonos mutuamente de corazón como una comunidad en esta época de gozo. Que el sentido de esta nueva creación nos restaure al amor que la tierra necesita, para reparar el daño que le infligimos cada día. Que nuestra vida como comunidad incremente la energía de paz que nuestro mundo dividido nos está suplicando, tanto como la justicia de la cual depende la paz, la misma sabiduría que el Jesús renacido encarna.

 

Después de la meditación: un extracto de “Meditation: The Heart of All things”, de Laurence Freeman OSB, del libro THE PARLIAMENT OF WORLD RELIGIONS, Melbourne, Australia, 4 de diciembre de 2009.

Cuando vine por primera vez a enseñar meditación cristiana aquí en Australia, un aborigen vino a verme después de una charla. Me dijo “Estás hablando sobre estos 2000 años de antigua tradición de oración en la iglesia. Mi gente la practicó por 40.000 años”. Entonces le pregunté qué significaba la meditación para él tanto como cristiano como aborigen. Su respuesta me conmovió mucho. Me dijo “Mi gente aprendió cómo sentarse en un silencio sin cuestionamientos, a escuchar. Como cristiano, comprendí que lo que estuvimos escuchando durante todos estos milenios es la Palabra de Dios resonando en el corazón de la creación.”

Traducido por Isabel Arçapalo