Jueves después del Miércoles de Ceniza 2013

La primera práctica de Cuaresma: fortalecer o iniciar un buen hábito.

Si no meditas regularmente, hoy es un día propicio para comenzar.  Si ya meditas, imagina que estás comenzando de nuevo. Como decían los místicos medievales – no sabes nada, no quieres nada, no tienes nada.  Meditamos, como decía John Main, sin exigencias ni expectativas.

Desde ese inicio pues, hay una ojeada energizante de verdadera libertad.

Los niños lo pueden hacer de manera natural. Yo creo que se debe a que no lo encaran como una disciplina exigente, lo cual causa temor en el ego agrandado que teme fracasar. Sin embargo, ellos lo encaran como un juego. Y como en todo juego, hay reglas (el decir el mantra).  Sin reglas no existe juego, ni diversión. Cumplir con las reglas de un juego bien jugado da una sensación de satisfacción aun cuando pierdes de vez en cuando. Uno no deja de amar el juego porque no siempre lo gana.

Sentarse, quedarse quieto, la columna recta, los ojos cerrados. Decir tu palabra gentilmente, fielmente y sencillamente del inicio al fin de la meditación. Volviendo constantemente al mantra. Si te distraes, comienzas de nuevo.  La palabra: maranata. El tiempo, de 20 a 30 minutos.

Por lo tanto, hay un hábito en todo esto. No tan solo el hábito diario que hace que la meditación a la mañana y a la tarde sea una parte integral de nuestra vida. Sino un hábito de la mente.

Hay tres etapas iniciales:

Primero, encarar la zona de distracciones, que bombardean la superficie de tu mente como meteoritos. Grandes y chicos.  Pasa a través de ellos con tu mantra y y llegarás a un estado mental más pacífico y claro.

La segunda zona es un lugar tentador para priorizar tus tareas, revisar las situaciones difíciles, resolver problemas.  Sin embargo, si quieres llegar más allá,  tienes que dejar ir esta tentación, seguir despojándote, alivianándote, liberándote cada vez más. Diciendo tu mantra.

La tercera zona es el lugar del inicio perpetuo. Cuando dices el mantra de manera simple y con toda la atención sabes que realmente has iniciado.  Esta realización es el inicio del conocer a Dios que les llega a los pobres de espíritu y a los que se contentan con no saber nada.

 

Traducido por Mary Meyer

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