Viernes de la 3ª semana de Cuaresma

Él les dijo que no lleven nada para el camino sino un báculo. Ni pan, ni ropas, ni dinero en sus cintos. `Pueden usar sandalias pero no una segunda capa'. A menudo pienso en este pasaje cuando empaco mi segunda valija para un largo viaje, en la que cargo libros que no tendré tiempo de leer, y todas las cosas “por si acaso” de última hora que desafían el sentido común.

 

Desde la primera traumática separación de nuestra existencia humana, la psiquis anhela predictibilidad, seguridad y control. Este anhelo a menudo se enfrenta con un ímpetu más profundo del espíritu, el de crecer, expandirse y transformarse en la unión. La antigua batalla entre el ego y el yo.

La vida actual nos condiciona y favorece lo primero. Nuestra economía está dirigida al consumismo y la propiedad privada antes que hacia el compartir y la simplicidad. Los instintos de acumulación se vuelven incontrolables en algunos individuos y culturas; pocos de nosotros estamos realmente libres de ellos. La Meditación tiene una fuerza  potencial social revolucionaria, porque expone los engaños de este condicionamiento y nos enseña, desde nuestro interior, el significado de la libertad. Libres para no consumir hasta el hartazgo sino para dar con alegría.

El mantra nos revela la alegría de la no-posesión, la cual es el significado de la primera Bienaventuranza, el programa de felicidad sustentable en las enseñanzas de Jesús: “Felices los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

La pobreza del mantra es todo lo que necesitamos. Descubrirlo es despertar a la vida vivida en la presencia de Dios con la consciencia de Cristo.

Descubrir esto es el descubrimiento esencial de la vida, el equivalente personal del descubrimiento del genoma humano, o un nuevo continente o una nueva dimensión del universo. Tales descubrimientos merecen una celebración. El problema con la religión es que recordamos y dejamos como legado la celebración pero olvidamos el descubrimiento. La meditación es la exploración, la vida es la celebración. La religión no es más que el ritual que nos lo recuerda.

Traducido por Marta Geymayr

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