Martes Santo 2013

Hay muchos que se sientan y hablan. Pocos hacen lo que dicen. Aun menos son los capaces de hacer de su acción la más suprema y completa expresión de sus palabras. Por sus acciones expresan todo lo que sus palabras alguna vez quisieron decir.  Predicar con el ejemplo les permite llegar a la pura elocuencia del silencio. 

Este punto es una culminación de todo lo que en el pasado ha sido anticipado y entendido – el cumplimiento de una profecía. Es como caminar hacia el borde de un abismo y verlo acercarse a medida que caminas hacia el. ¿El abismo se acerca o estás tú caminando hacia el abismo? No puedes ver qué hay inmediatamente abajo del borde pero puedes ver lo que está más allá a la distancia – el vasto Atlántico en el caso de la Isla de Bere. 
 
O es como prepararse para un examen, que se avecina más y más peligroso a medida que el día final se acerca.  O, como la escalofriante noche antes de un voto solemne o un compromiso ritual, un matrimonio o una profesión monástica. La mente puede manejar cosas grandes mientras están a la distancia. Es fácil posponer una decisión o negar la inminencia del evento que se acerca. Pero cuando el momento llega, todo cambia. 
 
El día ha llegado. Se han echado los dados. No hay más tiempo para prepararse o reconsiderar. Aún puedes resistir y negar la realidad, pero al costo de perder tu cordura. La única alternativa sana es rendirse a lo que está sucediendo, a la eventualidad del resultado inevitable. 
 
Aunque se haya pensado mucho sobre este momento, cuando llega la realidad nos hace sufrir. El miedo ingresa al pasado. Simplemente se convierte en parte de lo que ha sido. La ansiedad acerca del futuro se reduce y desaparece. Todo lo que importa es lo que es, lo que está sucediendo. En inglés la palabra suceder (happen) viene de la palabra “hap” que significa chance o buena suerte. Sin importar lo bien preparados que estemos para lo que suceda, se tiene el sentimiento de algo gratuito, algo accidental o puramente dado. 
 
Las consecuencias de eventos pasados que condujeron a este momento están ya contenidos en lo que surgirá de ello, como la flor está contenida en la semilla. Y en el centro de la semilla hay un vacío amplio y preñado. Este es el momento presente, la única realidad. El estar en contacto con esto da la paz. Rendirse y aceptar es la pasión de Jesús. Esto explica la creciente presencia que podemos sentir a través de la Semana Santa y la cada vez más profunda ecuanimidad de Jesús en cada tramo de sus últimos días. 
 
Traducción de Javier Cosp
 
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