9 de junio 2013

De Laurence Freeman OSB, “Encontrando al Otro”, LUZ INTERIOR: El Camino interior de la Meditación. (Nueva  York: Crossroad, 1989), pag. 65-67, versión en español, Editorial Bonum, Buenos Aires.

Cada relación en  nuestra vida, cada vez que se vuelve hacia otro, es un encuentro cada vez más profundo con el Otro bajo cuya imagen fuimos creados. Cuando nos permitimos esta experiencia, que hacemos cuando meditamos y cuando amamos, nos damos cuenta que nuestro miedo solo puede disiparse por el encuentro mismo y que mientras el encuentro sea cada vez más profundo menos temores le sobrevendrán… 

Hasta que hayamos tenido la valentía de enfrentar y encontrar al otro aún no nos hemos encontrado a nosotros mismos. Hasta entonces somos otro para nosotros mismos. Este es el estado del egoísmo, ser extraños a nosotros mismos. En este estado todos los demás son lo opuesto a nosotros, se oponen a nosotros. Experimentamos tristeza, desconfianza y violencia. El primer paso para salir de este infierno es tener el valor de encontrarnos con nosotros como nosotros. Nadie puede hacer esto basado exclusivamente en sus recursos internos. Estaríamos por siempre sin ser redimidos si no fuera por la intervención del amor de Dios. El destino que nos ha guiado a meditar y a conocer las relaciones de amor que son la encarnación de nuestro encuentro con Dios es la señal en nuestra vida de su amor redentor.

Cuando meditamos aprendemos a dejar atrás todas las imágenes de nosotros, porque las imágenes son desconocidas a nuestro verdadero ser. Son etiquetas equivocadas. Nuestro auto-análisis etiquetador, que se cree tan listo,  nos aísla del conocimiento del ser verdadero y  del encuentro redentor con la realidad. Nos encarcelamos en la auto-conciencia.

 Solo tenemos que entender que hemos sido liberados y que la libertad perfecta se consigue en la profundidad de nuestro espíritu en la libertad de Cristo, la libertad de su amor puro. Podemos volvernos hacia esta realidad solo si aprendemos a ser sencillos, a aceptar el regalo libremente dado y a ser fieles al regalo.  Si aprendemos a decir el mantra, este nos enseña cómo amar, y nos enseña cómo expandirnos más allá de todas las imágenes de nosotros hacia la realidad de nosotros siendo uno con la realidad de Cristo. Nos enseñará a ser nosotros y a conocer la alegría de ser en comunión.

 

Después de la Meditación, “Black Swallow tail” “Golondrina Negra”, Mary Oliver, PAJARO ROJO (RED BIRD, Boston: Beacon Press, 2008) pág. 40

La oruga,

interesante por no exactamente encantadora,

brincando entre las hojas de perejil

comiendo, siempre comiendo. Entonces

una noche se marchó y en su lugar quedó un pequeño

bulto verde quedo colgado de dos hilos de seda en el tallo

de la rama. Pienso que no se llevó nada consigo más que fe,

y paciencia. Y entonces en la mañana se reveló como el más bello ser. 

 

Traducido por Guillermo Lagos