23 de junio 2013

Un extracto de John Main “Make nothing happen” de “Word made flesh” (London: Canterbury, 1993), págs.  20-21

La Religión no tiene sentido si está confinada a rituales y actos externos de adoración. La liturgia y los rituales solo tienen sentido cuando están inspirados por una conversión del corazón.

Esto es hacia  lo que nos estamos volviendo cuando aprendemos a estar quietos. En la quietud madura la conciencia de que Dios se ha revelado a sí mismo a la humanidad en Jesús y que Jesús se ha revelado a nosotros, en nuestro corazón, por medio de su Espíritu que ha enviado a habitar en nuestro interior. Nuestra vida, no menos que la liturgia, encuentra sentido cuando estamos tan plenamente abiertos como podamos a este Espíritu.

Vista desde afuera, la meditación se puede tomar como una condición estática, en la que has cerrado las puertas de la percepción. Pero desde la experiencia real se sabe que está lejos de ser un estado estático y es mejor entendida como un despertar dinámico a nuestro potencial pleno para crecer. La expansión de nuestro espíritu en el amor de Jesús es esta plenitud. Sencillez, confianza y sorpresa infantiles son la forma de alcanzarla. No estamos buscando que algo suceda, algún conocimiento o sabiduría. No estamos analizando algún fenómeno superficial o externo. Todo esto es trivial comparado con el conocimiento del Espíritu que habita en nosotros, que surge cuando volvemos nuestra mente de lo que es pasajero y temporal y en su lugar abrimos nuestros corazones a lo que perdura: Dios y el amor de Dios por cada uno de nosotros…

Meditar todos los días no es algo menos que esencial. La Meditación es al espíritu lo que la comida y el aire son al cuerpo. Debemos llegar a la paz, serenidad y a nuestra capacidad para una visión verdadera si hemos de vivir en la luz de Dios. Una y otra vez el evangelio nos dice que esa luz brilla en nuestros corazones. Así que solo tenemos que estar abiertos a ella en humildad y amor.

 

Después de la Meditación: de Willigis Jäger “Search for the meaning of life: Essays and reflections on the Mystical experience” (Liguori MO, Triumph Books, 1995), pág. 75

La Religión puede compararse a una ventana de vidrio. Permanece obscura a menos que sea prendida desde atrás. La luz misma no es visible pero en la ventana de la religión toma una estructura y se vuelve comprensible para todos. Aunque la religión tiende a atar a sus seguidores a la estructura de la ventana, lo último no es la ventana sino la luz que brilla atrás de ella. Solo aquellos que pueden ver la luz de Dios detrás de todas las estructuras pueden comprender el objetivo y el significado de la religión.

Traducido por Guillermo Lagos