20 de abril 2014

PHOTO: LAURENCE FREEMAN

De John Main OSB, “Dios es el Centro de mi Alma”, THE WAY OF THE UNKNOWING (New York: Crossroads, 1990), pág. 18-20

San Juan de la Cruz, en sus reflexiones sobre la naturaleza de la meditación, escribió que “Dios es el centro de mi alma”. Uno de los más grandes dilemas religiosos de nuestro tiempo es que aquellos de nosotros que nos concebimos como religiosos estamos tratando de entender a Dios con nuestra mente, mientras que aquellos de nosotros que no somos abiertamente religiosos descartamos a Dios de nuestras vidas. Lo que todos tenemos que descubrir es que la única forma que podemos hablar de forma significativa acerca de Dios es a través de descubrirlo en nosotros mismos; si partimos por el camino del auto-descubrimiento que es el peregrinaje a nuestro ser esencial. Es en el descubrimiento de nosotros mismos, en descubrir nuestra capacidad para ser seres plenos, que encontramos al Uno que es. En ese descubrimiento nos hace libres…
 
La meditación es una oportunidad maravillosa para todos nosotros…porque al retornar a nuestro origen, al centro de nuestro ser, retornamos a nuestra inocencia. El llamado a la meditación para los primeros Padres de la Iglesia, era una llamada a la pureza de corazón y eso es lo que es la inocencia—pureza de corazón. Una visión que no está confundida por el egoísmo o por el deseo o por las imágenes, un corazón sencillamente movido por el amor. La meditación nos guía a la claridad pura—claridad de visión, claridad de entendimiento, y claridad de amor—una claridad que viene de la sencillez. Y empezar a meditar solo requiere la determinación para empezar y continuar…
 
Déjenme recordarles que involucra. Es el camino de la atención. En la meditación nosotros vamos más allá del pensamiento, más allá del deseo y más allá de la imaginación, y en este más allá empezamos a conocer lo que somos en el aquí y el ahora en Dios, “en quien vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser” (Hechos 17:28). El camino de la simplicidad es el camino de una sola palabra, la recitación de una palabra. Es la recitación, y la fidelidad a esa recitación cada mañana y cada noche, lo que nos lleva más allá del estruendo de las palabras, más allá del laberinto de las ideas, a la unicidad.
 
Los grandes problemas de la vida surgen de la falta de habilidad para comunicarse (comunicarse aún entre nosotros) y la meditación es el camino a la comunión total, la unicidad ser. En la meditación, y en la vida enriquecida por la meditación, solamente somos nosotros totalmente, quien sea que somos.
 
Después de la Meditación un extracto de St. John of the Cross, DARK NIGHT OF THE SOUL (New York: Image, 1959) Bk 2, Ch 13, pp.142-143
 
Es por esta razón que Maria Magdalena, noble como era, no prestó atención a la multitud de hombres que estaban en la fiesta, fueran de poca o mucha importancia; tampoco consideró que no fuera apropiada y se vería mal, ir y llorar y derramar lágrimas entre los invitados, siempre y cuando, sin dilatar una hora o esperar para otra ocasión más propicia, ella pudiera llegar a Él por amor de Quien su alma estaba tocada y enardecida. Y tal es el poder embriagante y atrevido del amor, que, aunque sabía que su amado estaba encerrado en el sepulcro sellado por la gran roca, y rodeado por soldados que lo estaban custodiando por temor a que sus discípulos se robaran el cuerpo, no permitió que ninguna de estas cosas le obstaculizara, empero fue al amanecer con los bálsamos a ungirlo.      
 
Traducción Guillermo Lagos