4º domingo de Adviento 2014

La historia no es tan bonita como la hemos hecho parecer en nuestras reelaboraciones y largas evasiones culturales. Comienza, incluso antes de su nacimiento, con la ligadura de ilegitimidad - no es una buena manera para que el Hijo de Dios aparezca. Luego se queda sin hogar - no hay lugar en la posada. Y entonces un exilio, huyendo por su vida de la carnicería de Herodes el carnicero, cegado por el miedo y la ira, como les gusta a los carniceros en la masacre de Peshawar.

¡Qué extraña historia para llenarnos de esperanza! Y nosotros, en quienes esta historia despierta esperanza - que es más que el optimismo y mucho más que fácil consolación – estamos encargados de compartir esta esperanza a un mundo que, en cada generación y cultura, se desvía hacia la locura.

 

Es un regalo. No como el tipo de regalo 'compre dos, y llévese otro gratis', que no es regalo sino sólo un buen negocio. Pero es el tipo de regalo que nos asusta porque es verdaderamente libre, incondicional y no se retirará. Un regalo como este, que siempre es esencialmente un don de sí mismo, nos asusta.

"A los suyos vino, y los suyos (que somos nosotros) no le recibieron". Nos asusta aceptar tal regalo, porque sabemos que nuestras vidas de ahora en adelante serán habitadas por el ser del donante y que esto nos cambiará para empoderarnos y a su vez para darnos nosotros mismos.

Incluso María sintió este miedo en el comienzo mismo de la historia. Ella estaba profundamente perturbada por esas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo, pero el ángel le dijo: "María, no temas."

Ella no podía explicarlo, sólo meditarlo y confiar. Hay mucho en este aspecto de Dios en el ser humano que no podemos entender y que sólo podemos aprender a aceptar. La meditación es la manera en que aceptamos el don de nuestro ser y la resistencia que sentimos ante este tan sencillo trabajo es la misma que la que sentimos hacia el don de sí de Dios en la persona de Jesús "en la que la plenitud de la Deidad habitó encarnada '.

Al igual que con la meditación, cuando la palabra se hace carne en nuestros corazones, como por la fe cristiana: no podemos conocer el don viendo su esencia. Nunca podemos ver la esencia porque es nuestra propia esencia, de la cual no podemos permanecer fuera.

Conocemos este regalo a través de sus energías, de los efectos que tiene. La libertad del miedo, la liberación de nuestra capacidad de amar, la esperanza incólume ante la adversidad y una ligereza de corazón, incluso cuando nuestras mentes están muy agobiadas.

El regalo que no se vuelve rancio, que se mantiene y que finalmente, nos transforma hacia sí mismo. "Dios se hizo humano para que los seres humanos pueden llegar a ser Dios” (San Atanasio, Sobre la Encarnación 54:3, PG 25:192B).

Laurence Freeman OSB

Traducción Marina Müller

 

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