18 de enero 2015

PHOTO: LAURENCE FREEMAN

Un extracto de John Main OSB, "Inocencia Original," MOMENT OF CHRIST (New York: Continuum, 1998), pp. 55-57.

Todas las grandes verdades son simples en sí mismas. Solamente las conocemos al volvernos simples. Cuando nos sentamos a meditar y repetimos nuestra palabra, nuestro mantra, estamos en el camino hacia esa simplicidad. Estamos en el camino hacia el fundamento en que descansa la plenitud de nuestro ser.

Estamos en el camino de unión, unión con Jesús…Esto fue y es lo que inspira a San Pablo a decir:

“¿Quién sabe lo que es una persona sino su propio espíritu dentro de ella? De la misma manera, solamente el Espíritu de Dios sabe lo que Dios es. Este es el Espíritu que hemos recibido de Dios, y no el espíritu del mundo, para que podamos conocer todo lo que Dios, por su propia gracia, nos concedió.” (I Cor 2:11-12)

Esa es la invitación hecha a todos nosotros de manera que vayamos conociendo personalmente, desde nuestra propia experiencia, todo lo Dios nos concede por su gracia. El camino a ese conocimiento es el camino de la fidelidad, una fidelidad diaria a nuestra meditacion. Fielmente cada mañana y cada tarde de nuestra vida dejamos todo lo que es pasajero y nos abrimos al Espíritu eterno de Dios. Es también el camino de fidelidad durante nuestra meditacion, repitiendo fielmente nuestra palabra, del principio al fin, sin engancharnos en nuestros pensamientos, sin entretenernos en frases o palabras, sino creciendo en simplicidad.

El poder por el que hacemos todo esto se nos concede. Es el poder del amor de Jesús. Como nos dice San Pablo: “Saben que son el templo de Dios, donde habita el Espíritu Santo.” (1 Cor 3:16).
En nuestra meditación buscamos estar abiertos, lo más abiertos que podamos a esta vida en el Espíritu de Dios que habita en nosotros. 

Después de la Meditación, un extracto de Pseudo-Macario, "Homilía I," 
AN ANTHOLOGY OF CHRISTIAN MYSTICISM , ed. Harvey Egan (Collegeville, MN: The Liturgical Press,1996), pp. 83-84.

El alma que tiene el privilegio de estar en comunión con el Espíritu…se vuelve toda luz, todo rostro, toda ojo y no hay parte de ella que no esté llena de los ojos espirituales de la luz…Como el fuego, la misma luz del fuego es igual dondequiera que se vea, no teniendo principio o fin, mayor o menor, también el alma que esta irradiada con la inefable belleza de la luz de Cristo…se vuelve ojo toda ella, rostro, gloria y espíritu, todo esto hecho por Cristo, quien la lleva y guía y la apoya y soporta, y por tanto le da la gracia de la belleza espiritual.