Sábado de la 1ª semana de Cuaresma 2015. 28 de febrero.

Lucas 5: 27,32: Aquellos que están sanos, no necesitan un médico, pero los que están enfermos, sí: yo no he venido para llamar a los justos sino a los pecadores a que se arrepientan.

¿Por qué será que tan pronto como alguien se refiere a algo remotamente religioso o relativo a religión y espiritualidad, mucha gente piensa en el moralismo, los tabúes, pecados y juicios, castigo y culpa?

Qué mal ha promocionado el cristianismo su libre y universal seguro de salud. Olvidemos el programa de salud de Obama: éste es un seguro asombroso.

Jesús no es un juez sino un sanador. Tan pronto como nos damos cuenta que estamos enfermos (y nos damos cuenta que tenemos alguna infección en alguna parte aunque esto no esté a la vista), la verdadera enfermedad o trastorno (en el caso de enfermedad mental) nos hace crear un supervínculo con el médico divino. El “Santo encantador de almas enfermas, la Palabra que todo lo sana”, como Clemente de Alejandría lo llamó.

La religión es un hospital, no es un punto de chequeo de visa de inmigración, punto del cual seremos enviados de vuelta. La espiritualidad es una medicina sin efectos colaterales, no un anodino placebo o una estafa.

La meditación es un punto de entrega. Pero tienes que estar realmente presente allí. Los niños saben esto tan intuitivamente, que saben que cuando sus mentes se vuelven agitadas o heridas ellos tienen que volver solamente a este divino y simple modo de estar presente al Uno que está siempre presente para nosotros, y que ellos encontrarán sanación, re-calibración, y que la sonrisa de la vida regresa.

Aparte de eso, ¿cómo te está yendo en tus prácticas especiales de Cuaresma?  Si no las has hecho, ¿piensas que Dios está descontento?  Y que si las has hecho bien, ¿te sientes gratificado/a?

Traducción: Marta Geymayr

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