Jueves de la 3ª semana de cuaresma 2015. 12 de marzo

Lucas 11: 14-23: El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama.

En una ocasión, al inicio de un retiro, estaba meditando tarde por la noche. Había llegado ese dia después de un vuelo largo y la carne estaba débil. Sé que no cabeceé al grado de caerme de la silla pero mi somnolencia hizo que mis comentarios anteriores acerca de sentarse derecho y estar alerta perdieran un poco de autoridad. Al día siguiente, uno de los asistentes al retiro me preguntó si usaba alguna técnica especial para sentarme mientras meditaba. Le contesté ‘No, ¿Por qué preguntas?’ ’Es que te estaba observando’ respondió, ‘y durante la meditación de anoche te balanceabas de un lado a otro. Y en una ocasión me tocó ver a unos estudiantes judíos leyendo las escrituras de esa manera, y se me ocurrió que habría una relación.’ Mi reputación estaba a salvo.

“¿Están conmigo?” Es una pregunta que podríamos hacerle a alguien o a un grupo al que nos estamos dirigiendo, para asegurarnos que no se han quedado dormidos mientras les hablábamos. O en un momento crítico de una negociación en que necesitamos saber quién está de nuestro lado y quién no. O a un compañero que camina con nosotros en la obscuridad por un sendero peligroso al lado de una barranca, para asegurarnos que no se ha caído. Pero no creo que Jesús se refiera a ninguno de estos casos cuando dice “conmigo”. Estaríamos ‘con él’ aun si nos hubiéramos quedado dormidos o estuviéramos sintiéndonos aislados en un lugar difícil. El mismo se sintió abandonado pero no desconectado de su Padre al fin de su vida – una extraña pero seguramente singular experiencia de comunión y separación.

En este dicho, sin embargo, creo que se refiere a un conocimiento más profundo que el que nos da la investigación basada en la evidencia – aquello que podemos ver o deducir. Es el conocimiento que es saber, no el conocimiento guardado en la memoria. Lo opuesto a ello no es la ignorancia en el sentido tradicional de desconocer algo, sino de desparramar. Estar desparramado es tener nuestro sentido del ‘yo’ diluido por la distracción, sobre extendido por la estimulación, o fragmentado en una miríada de líneas de fantasía. Es un estado en que no podemos decir o hacer algo útil y en el que podríamos ser peligrosos si podemos pretender estar ahí. Hay personas en matrimonios y monjes en monasterios que han caído en este estado y mantienen las apariencias pero no están ya ahí. En donde están en realidad es un misterio, especialmente para ellos.

Este evangelio trata acerca de sanar al demonio del enmudecimiento, permitiendo al individuo hablar y comunicarse de nuevo. Algunas de las personas que observaban murmuraban que Jesús estaba utilizando poderes demoníacos para echar fuera al demonio, y Jesús señaló la incongruencia de eso. Esas fueron las personas que no estuvieron con él porque tampoco estaban en ningún lugar que importara.

Mucho peor que un meditador dormitando.

 

Laurence Freeman OSB

Traducido por Enrique Lavin

 

 

 

 

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