Viernes de la 4ª semana de cuaresma 2015. 20 de marzo

Juan 7: 1-2,10,25-30: Jesús se movía dentro de Galilea

Él caminaba y hablaba y, por supuesto, transitó la charla. Él no estaba publicando o dando entrevistas o consultando con sus asesores de relaciones públicas ni incluso escribiendo reflexiones. No sabemos si tenía un horario o daba citas. La sensación es que él estaba presente allí donde estaba y vio la dimensión de profundidad, lo eterno, lúcidamente presente en todos y en toda ocasión. Él fue espontáneo, pero no un vagabundo. Se encontró con la realidad continuamente y la realidad siempre estaba corriendo a su encuentro. Debido al sabor de realidad que emiten, estas personas son poderosamente atractivas, aunque a menudo demasiado aterradoras cuando se acercan demasiado.

Francisco de Asís parece haber sido una persona así. Ramana Maharshi, que nunca se movió del lugar donde se instaló a la edad de dieciséis años, por extraño que pueda parecer, también lo fue. Se le preguntó una vez por qué no viajaba por el mundo llevando su paz a las masas que lo necesitaban. "¿Cómo sabes que yo no lo hago?", respondió.

Cuando Yeshua se movía en Galilea era un constante punto de quietud que se manifestaba en muchos lugares. Las personas que se quedan en casa, pero fantasean viajes y estar en otra parte no tienen nada parecido a esta estabilidad.

San Benito dice que el monje no debe anteponer nada a Cristo. Muy pronto en mi vida monástica escuché la versión irónica de esto, de monjes que habían llegado a entender la estabilidad principalmente en términos geográficos: `no anteponer nada a un viaje'.

Por supuesto, también podemos estar en movimiento como una forma de mantener un paso por delante de la realidad, huyendo de algo y protegiéndonos de eso.

Pero la estabilidad, si estás ocupado o no, es un fruto de la meditación. Las sesiones de la mañana y de la tarde emiten un pulso que mantiene todo alineado. Producen claridad, discernimiento y buen juicio que mejora la calidad y el centrarnos en otros de nuestras vidas. La estabilidad aporta el punto de partida y el punto de llegada juntos, en una quietud dinámica y una apertura radical al cambio. No es un mal objetivo para identificar incluso en la última parte de la Cuaresma.

Laurence Freeman OSB

Traducción: Marina Müller

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