3 de Enero 2016

De John Main OSB “The oceans of God” (Diciembre de 1982), tomado de THE PRESENT CHRIST (Nueva Cork: Crossroad, 1991), pág. 111-112, 116-117.


Nuestra vida es una unidad porque está centrada en el Misterio de Dios. Pero para conocer esta unidad debemos ver bien dentro nuestro y con una perspectiva más profunda de la que generalmente usamos, cuando nuestra preocupación dominante es el interés propio.

Únicamente cuando comenzamos a trascender el propio interés y la propia conciencia, es cuando esta perspectiva más profunda comienza a abrirse. Otra manera de notar que nuestra visión se expande es cuando percibimos que comenzamos a ver más allá de las apariencias, hacia la profundidad y el verdadero significado de las cosas… no sólo en relación con nosotros mismos, sino también… con la totalidad de la que somos parte. Este es el camino del verdadero conocimiento de uno mismo, y es porque el conocimiento de uno mismo se identifica con la verdadera humildad. La meditación nos brinda esta preciosa forma de conocimiento, y este conocimiento se transforma en sabiduría, cuando la reconocemos, no por análisis y definición, sino por participación en la Vida y el Espíritu de Cristo.

La gran dificultad es dar el primer paso, lanzarnos en la profundidad de la realidad de Dios, como es revelado en Cristo. Una vez que abandonamos la costa de nuestro propio ser, rápidamente tomaremos las corrientes de la realidad que nos darán nuestra propia dirección e impulso. Cuanto más quietos y atentos estemos, responderemos más rápidamente a estas corrientes. Y entonces nuestra fe será verdaderamente espiritual y absoluta. A través de la quietud de espíritu, nos moveremos hacia el océano de Dios. Si tenemos el coraje de impulsarnos hacia él, no fallaremos en encontrar esta dirección y esta energía. Cuanto más lejos lleguemos, más fuertes serán las corrientes, y más profunda será nuestra fe. Por un momento la profundidad de nuestra fe se verá desafiada por la paradoja que el horizonte de nuestro destino estará siempre retrocediendo. ¿A dónde queremos llegar con la profundidad de nuestra fe? Entonces, gradualmente reconoceremos el sentido de la corriente que nos guía y veremos que el océano es infinito.

Dejar la costa es el primer gran desafío, pero es solamente necesario para comenzar a enfrentar el Desafío. Aunque los desafíos sean más difíciles con el tiempo, sabremos que se nos dará todo lo necesario para hacerles frente. Comenzamos repitiendo el mantra. Esta repetición nos hace volver al primer paso. Con el tiempo aprenderemos que entre Dios y nosotros hay un solo paso… Cristo lo ha tomado en sí mismo. Él mismo es el Paso… La única manera de conocer a Cristo es entrar en su misterio personal… dejando las ideas y las palabras por detrás. Las dejamos atrás para entrar en el silencio del conocimiento y el amor a los cuales la meditación nos conduce.

 

Para después de la meditación, un extracto de Theodore Roethke, “The far Field” COLLECTED POEMS (Nueva Cork: Doubleday, 1961) pág. 200.

Aprendí a no temer al infinito,

El campo abierto, los riscos ventosos por siempre,

La muerte del tiempo en la blanca luz del mañana,

La rueda rodando fuera de sí misma,

La expansión de la onda,

El vaivén del agua.

 

Traducido por Enrique Lavin