Tercer domingo de cuaresma, 28 de febrero 2016

El evangelio de este tercer domingo (a medio camino) de Cuaresma es el de Lucas 13, 1-9. Nos da una mirada del Jesús del medio-oriente.


Los cristianos con una débil predisposición deberían saltar este pasaje porque en él se encuentran palabras duras. Y los no cristianos deberían leerlo con mucha atención, de lo contrario encontrarán en él un lenguaje intolerante. Con este tipo de pasajes siempre siento (pero por supuesto no lo puedo probar) que hubo alguna falla en los que publicaron el texto, o en la traducción, lo cual causó estas frases ásperas. Estoy seguro que Jesús no fue siempre fácil de entender y que sus palabras podrían haber sido duras, pero la impresión de rechazo, exclusión y de crueles castigos me parecen extraños a su personalidad aunque esas expresiones eran corrientes en su tiempo y cultura.

Él dice "si no se arrepienten, perecerán como ellos" refiriéndose a varios grupos asesinados por los romanos o muertos en desastres naturales. Si nosotros entendemos la palabra arrepentimiento, podremos entender lo que decía. Hay muerte y desastres cuando el corazón permanece cerrado a la verdad y endurecido contra los demás. La persona no puede sobrevivir y se auto-destruye cuando falla en volver atrás y admitir que es un ser humano, falible e imperfecto. Cuando la perfección física o el verse atractivo se convierte en nuestra propia auto-consciencia, hemos perdido nuestra alma. Así es como Jesús está puntualizando algo que en otros lugares pone de manera gráfica. Él es un gran maestro y atrae nuestra atención con su estilo.

También enseñó con parábolas, dichos simples y elípticos con un toque de sabiduría adaptable a las diversas mentes de sus escuchas. La de hoy es sobre una higuera que no daba frutos y está condenada solamente por empobrecer el suelo y ocupar el espacio en el que podría plantarse un buen árbol. El dueño le dice al jardinero que lo derribe pero el jardinero le ruega que lo deje un año más para ver si puede ser salvado. En la tradición siempre se describe a Jesús como jardinero (y una vez fue confundido con uno). Así es que podemos identificar a Jesús con el jardinero tratando de ganar tiempo para salvar la vida de los que formó. El dueño podría verse como el karma, la ley cósmica, fría y que no perdona, de la causa y el efecto. Sin embargo, no es el juicio final, ya que puede ser anulada y disuelta por el poder superior del perdón.

Como es usual, no sabemos el final de la historia. ¿Habrá podido salvar el jardinero al árbol volviéndose este fructífero? No nos dicen lo que pasa porque somos nosotros los que tenemos que dar un final a la historia, siempre que podamos entender la sabiduría y actuar con ella. En realidad al final la historia se vuelve bastante reconfortante. Tenemos más tiempo (tres semanas de Cuaresma). Ver las consecuencias del no-arrepentimiento, no dar frutos, no crecer como deberíamos, es inquietante y hasta aterrorizante. Pero un poder mayor que el destino, mayor que el que creemos merecer, está trabajando por nosotros, a nuestro lado. Imaginen lo que diría el jardinero a la higuera, al ponerle fertilizantes alrededor y podarle amorosamente.

Así que después de todo, quizá el Evangelio de hoy, no es tan “no apto para menores” como pensé al inicio.

 

Traducción: Marta Geymayr

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