Cuarto domingo de cuaresma, 06 de marzo 2016

El Evangelio de hoy (Lucas 15: 1-3, 11-32)  nos presenta la historia no tan obvia del hijo pródigo, o mejor, de los dos hermanos. Como en la historia de Marta y María, esta historia también trata sobre contemplación y acción.


Estos dos hermanos parecen extraños y en conflicto pero también son inseparables. Lo que está en juego no es una elección entre ser como uno de ellos, sino la necesidad de mejorar su relación. Ellos son aspectos de nuestro yo. Como en el mundo de los sueños, las parábolas de Jesús solamente parecen ocuparse de una realidad dual. De hecho no es dual, los opuestos se reconcilian en los niveles más profundos de la consciencia misma.

El hermano menor sufre de impaciencia y deseo de placeres. Es el aspecto natural de la juventud, que también sufre del temor de que no pueda obtener en la vida todas las abrumadoras experiencias que ve posibles. Esto conduce a excesos e imprudencias y a la extinción del espíritu de creatividad. Al ir demasiado lejos llegarás al chiquero de los deseos insatisfechos.

Parece que él vuelve a la sensatez. Pero realmente sólo concibe una fórmula de disculparse y de auto-preservarse con la que espera ganarse a su padre. El padre, sin embargo está tan obnubilado por recuperar a su hijo perdido que olvida de reprenderlo. La falsa humildad del muchacho cae ante el amor incondicional. Esto es lo último que escuchamos de este joven pródigo. Él deja de ser un personaje interesante hasta que realmente vuelve a ser sensato y ve lo que su padre realmente es.

Aparece entonces el hermano mayor, quien sufre de un grupo opuesto de problemas. No una vida irregular y de impaciencia, pero auto-rigurosa y de constipación afectiva. Parece no tener amor ni odio, solamente rigurosidad, auto-obsesión y celos. Tomen partido entre ellos, elijan su veneno. Ambos fallan abyectamente en no darse cuenta que fueron bendecidos con un fabuloso padre. Tampoco escuchamos nada de este hermano después que el padre le explica cuán aceptado y valorado es.

Ahora cae el telón de la historia y nos queda completarla con nuestra propia interpretación absorbiendo su significado implícito y entrando al mundo de los sueños y encontrando allí nuestro propio yo. Solamente cuando los dos hermanos se reúnan, y Marta y María se vuelvan a amigar, podrá ser verdadero otra vez nuestro yo.

¿Cómo pudieron estos dos hermanos ser tan díscolos y auto-obsesionados? Ignorando la total falta de egoísmo en el padre, ellos parecían condenados a una prisión de heridas auto-infligidas. ¿Cuándo verán ellos que un océano de amor está deseando inundar sus corazones resecos?

El Dalai Lama dijo una vez, que si pudiera formular a Jesús una pregunta, sería ' ¿cuál es la naturaleza del Padre?' Jesús probablemente le contestaría, "escuché alguna vez esta historia de un padre que tuvo dos hijos…"

 

Traducción: Marta Geymayr

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