Cuarto viernes de cuaresma, 11 de marzo 2016

Hay un pasaje oscuro en la biblia en el Libro de la Sabiduría que expresa la actitud cínica y destructiva de un hombre que perdió la esperanza. “Nuestra vida es corta y deprimente, y tendremos un fin y será sin remedio; Nunca se ha visto que alguien haya subido del mundo de los muertos” (Sab. 2:1). De este corazón desesperado y amargado sale crueldad- el deseo de herir y derrumbar al hombre virtuoso que tiene esperanza y una vida llena de promesas.


En la película “La Caída” se nos muestran los últimos días de la vida de Hitler arrastrándose en su bunker en Berlín, enfurecido por la inevitabilidad de la derrota total, culpando al mundo. Está decidido en destruir a tantos como pueda sin importar que sean inocentes y que su sacrificio sea inútil. Y al mismo tiempo vemos en él momentos de agudo dolor humano, de sentimiento de abandono y total soledad, acompañando su descenso a la oscuridad plena en los que es imposible no sentir empatía.  Para algunos críticos de la película esto fue un momento de indulgencia hacia el monstruo, evitando la representación de la maldad pura, haciendo parecer humano lo inhumano.

Sin embargo cuando leemos, con demasiada frecuencia, de algún adolecente americano que sale en una balacera devastadora en su escuela preparatoria ¿no nos enfrentamos el mismo misterio descrito en el Libro de la Sabiduría o en la historia de los tiranos? Nos sentimos traumatizados por los ataques, la pérdida de vidas humanas, los padres que sufren. Pero la razón inexpresable de tanta crueldad, la tristeza abismal y la falta de amor nos traen al filo de la navaja del auto-entendimiento humano, la frontera delgada entre la justicia y la misericordia.

Muy pronto al revivir la Pasión de Cristo, estaremos inmersos en esta pregunta oscura de pecado y gracia. Tendremos que ser guiados por una de las últimas líneas del pasaje de la Sabiduría: “…no conocen los secretos de Dios”. Hay experiencias que están densas de oscuridad, en donde la ausencia de compasión y sabiduría es aterradora. Sin embargo estos son lugares que nos llevan a un Dios de misericordia más allá de nuestra imaginación social.

 

Traducción: Guillermo Lagos

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