Quinto sábado de Cuaresma, 19 de marzo 2016

Otro disparatado secreto para ser felices: benditos los mansos pues heredarán la tierra. Si algo pudiera sugerir qué tan fuera de contacto está la gente religiosa con el mundo real, este secreto debería calificar.


Los mansos permiten que los fuertes los pisoteen. La no-violencia podrá ser un bellísimo y heroico ideal, pero no vence al mal, la tierra que los mansos heredan es un páramo abandonado por su opresor porque ya no puede extraer nada más. ¿Qué es lo que significa esta Bienaventuranza en el mundo real?

He pensado seguido acerca de esto cuando visito países con problemas políticos, corrupción financiera y violencia endémica. Muchas veces el carácter nacional para nada es corrupto o violento. Puede ser evidentemente amable y generoso y encontrar algo más que celebrar en la vida que la explotación y el robo. La mansedumbre – si es que esto es lo que significa – parece hacerlos peligrosamente vulnerables a aquellos que son egoístas y crueles.

Y, ‘heredarán la tierra’. Tal vez esta es la clave para entender la mansedumbre. No poseer o conquistar sino heredar. Heredamos cosas después de un deceso. Nos llegan a través de una línea de sucesión. Los mansos han pasado a través del pasaje de la muerte. Aquello que heredan – la tierra – puede ser visto igual por aquellos que no han muerto aun. Pero para los que murieron y reciben su herencia la tierra se ve y es totalmente diferente.

Dicen que los primeros colonos blancos en Australia encontraron muy fácil el tomar la tierra de los pueblos indígenas porque ellos, los aborígenes, no tenían ningún sentido de propiedad personal. Parecía inconcebible poseer la tierra porque la tierra y la gente se poseían entre sí.

¿A qué han muerto los mansos – o en algunos casos tal vez– qué es lo que nunca han conocido? Deben ser las mismas actitudes y comportamientos que hacen que el manso sea tan vulnerable – orgullo, envidia, avaricia, dureza de corazón, el gusto por la violencia. Todas las cosas que mantienen viva la guerra en Siria contra toda la razón y a pesar de los esfuerzos de buenos negociadores y  por supuesto, a pesar de los muertos, mutilados, desplazados y los refugiados.

Las ciudades son liberadas pero se vuelven inhabitables en el proceso. Aquellos que un día las heredarán y reconstruirán la civilización habrán muerto a la auto-destrucción de aquellos que toman ventaja de la mansedumbre porque sólo ven debilidad.

Pensemos en esto mientras consideramos cómo es que Jesús, al padecer su Pasión, dio a la humanidad una nueva manera de ver la tierra – una visión que sigue luchando por ser aceptada.

 

Traducción: Enrique Lavin

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