Domingo de Ramos, 20 de marzo 2016

 

Y decía:  «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»

Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»


Hoy comienza el drama de la Pasión, el camino del infierno del sufrimiento al paraíso de la alegría. Cada detalle de cada incidente descrito ha entrado a través de los milenios en nuestro imaginario colectivo. Y aunque no tengan ninguna transmisión de fe, muchos serán incapaces de identificar el detalle o el relato, la fuerza de la imagen permanece. Cualquiera que escuche verdaderamente con atención este relato se podrá reconocer en él. Aquí, en su último intercambio humano, Jesús consuela al ladrón crucificado junto a él: después de morir, estarán juntos en el Paraíso.

Este drama interactivo sólo lo podemos entender una vez que estamos dentro de él. 

Una gran parte del relato se refiere a la humillación psicológica de Jesús – el hecho de despojarlo totalmente de sus derechos y su dignidad – y a su degradación y sufrimiento físicos. El significado, entonces, no es sólo que Jesús es un individuo heroico, un inocente convertido en chivo expiatorio sino que nuestro orgullo y vulnerabilidad física están siendo cuestionados también. Es difícil mirar objetivamente este relato sin eventualmente vernos envueltos en él y enfatizando mental y físicamente con todo lo que Jesús soportó. Es esta capacidad de empatía que explica la calidad redentora de la muerte de Jesús y por qué lo que le pasa nos cambia.

Me ha tocado ver cómo la gente, al aceptar su enfermedad terminal, utilizan lo que les queda de tiempo para ofrecer su muerte en el altar de sus últimos días. Una percepción de vida sobrepasa la sensación de muerte, el amor se vuelve más fuerte que el aislamiento.  ¿Cómo llegamos a este momento y qué pasa después? Esto sucede cuando compartimos lo que no es compartible. El desapego de la persona que está muriendo se vuelve el medio de esta influencia tan profunda y amable.

La meditación nos lleva a través de esto en el microcosmos de nuestro mundo interior. La Cuaresma nos ha llevado a reflexionar sobre la importancia de este significado.

 

Traducción: Enrique Lavin

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