Martes de Semana Santa, 22 de marzo 2016

Hemos iniciado la Semana Santa en Bere Island, Irlanda. Eso explica en parte mi atraso en entregar esta reflexión diaria – por lo que pido disculpas al maravilloso equipo de traductores en nuestra comunidad que está trabajando para compartirlas en 10 idiomas.


He recibido muchos comentarios de lectores de estas reflexiones diarias y les agradezco el haberse tomado el tiempo para hacerlo. Todo esto me recuerda que somos parte de una conversación. La palabra ‘conversación’ normalmente evoca un sentido de plática en conjunto, pero esto es un significado reciente, del siglo XVI, creo. Su significado original lo sugiere San Benito en su voto de ‘conversatio morum’ – cambio en valores y en nuestra forma de vida.

Conversar es primeramente el hecho de ‘volvernos hacia’ algo, juntos, entrenando nuestra atención en esa manera de mirar y de ver (mirar no es siempre ver. Pero hay que mirar primero antes de ver verdaderamente aquello que es).

Esta Semana Santa estamos en conversación entre nosotros y también con el gran relato de los últimos días de Jesús. Las escrituras cristianas, sin embargo, no son sutras o upanishads. Las grandes reflexiones teológicas e intelectuales de la fe alrededor de la persona de Jesús vinieron después.

El corazón de la conversación de esta semana es un relato. Puede llamar la atención de porqué los evangelios, como núcleo de las escrituras de la cristiandad, le dedican tanta importancia al fin de su vida. Y sin embargo, si recordamos los últimos días de alguien a quien hemos amado, entendemos por qué: el significado de la vida y el amor se vuelve más claro cuando es más vulnerable y frágil.

La meditación nos enseña esto si le permitimos que nos haga pobres.

 

Traducción: Enrique Lavin

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