Sábado Santo, 26 de marzo 2016

San Antonio del Desierto mandó llamar a todos los monjes. Cuando se reunieron dijo ‘Sólo respiren Cristo’ y los mandó de regreso.


De una manera poco común para la mayoría de las filosofías religiosas el budismo tibetano ofrece con mucha confianza un recuento de lo que sucede después de la muerte. Aunque tenemos una curiosidad natural, al mismo tiempo, la mayoría de nosotros preferimos mantenernos en la ignorancia sobre el viaje que emprenderemos en ese misterioso ámbito. Lo más fácil es creer que no pasa nada. Que esta vida es todo y que después que la luz de la consciencia se apaga lo que sigue es una infinita obscuridad.

Los tibetanos creen que, para la mayoría de nosotros, al morir, existe un estado inicial de inconsciencia. Y éste es seguido por seis estados ‘bardo’, que son estados de transición, con visiones y percepciones muy vívidas. Pasamos por ellos hasta que renacemos. Desde cierta perspectiva, todo es una transición, aún la vida misma. Desde otra, cada estado, aún el que existe entre dos respiraciones o dos pensamientos, es un mundo por sí sólo, con su propio significado y propósito. El día de hoy es un estado bardo pero algo está pasando definitivamente.

La interpretación cristiana del significado del Sábado Santo, es decir la transición entre la muerte y la resurrección de Jesús, es que estuvo muy intensamente activo. Aró el infierno. Penetró en las más profundas y obscuras capas de lo humano, hasta de donde lo humano surgió primero, desde donde la consciencia comienza. Se sumergió más y más profundamente. A diferencia de nosotros, los contenidos tan vívidos de cada estado no le distrajeron. Los vio como proyecciones de la consciencia, no como la consciencia misma.

La verdad y el amor que descubrió durante su vida y añoraba compartir, lo impulsan ahora como un proyectil de redención. Su misión irresistiblemente compasiva armoniza todas las capas de consciencia con la realidad misma.

No hay entonces ningún lugar al que podamos ir donde el no haya estado y estado consciente de haber estado ahí. Aún la inconsciencia ha sido impregnada con la semilla de la consciencia amante. Conforme vamos realizando nuestro propio progreso a través de los estados bardo y nos encontramos con su presencia, el miedo se disuelve tan pronto como se forma.

En vez de renacer, trascendemos el ciclo de repetición y entramos en el estado de Resurrección, donde ya no inhalamos y exhalamos. Simplemente respiramos Cristo.

 

Traducción: Enrique Lavin

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