10 de abril 2016

Extracto de “Queridos Amigos: Una carta de Laurence Freeman OSB”, Boletín de la Meditación Cristiana, vol. 33 No 1, abril 2009


Sabemos sorprendentemente poco acerca de los aspectos personales de la vida de los maestros espirituales que han ayudado a la humanidad a evolucionar y quienes han verdaderamente cambiado la mente humana. Es su autenticidad personal, no sus historias personales, el criterio que utilizamos para confiar en ellos y en la transmisión de la verdad que ellos personifican. La rara y poderosa autoridad del verdadero maestro espiritual nos permite confiar en sus enseñanzas y aplicarlas a nuestras vidas.

Sin embargo, autoridad personal no es lo mismo que fuerza institucional. Para mucha gente en la actualidad, la autoridad de la Cristiandad está socavada por la ortodoxia dogmática que nos dice “tienes que creer esto si quieres ser uno de nosotros”. Como niños o como adultos no consientes podemos aceptar esta insistencia porque nos brinda la seguridad de pertenencia a un grupo con convicciones firmes y aleja los temores de rechazo o de quedarnos solos. Pero mientras más de cerca observamos la idea de que las creencias pueden ser impuestas más nos damos cuenta de lo absurdo que es.

Creer en una verdad revelada es algo que crece a través de un proceso que incluye, al mismo tiempo, la experiencia personal y la confianza en la autenticidad del maestro. No es que las verdades esenciales de la Cristiandad no sean importantes, sino que son tan importantes que no pueden ser reducidas a fórmulas prefabricadas puestas en formas lingüísticas que nunca cambian. No son invitaciones a fiestas o visas para entrar al Reino. La auténtica verdad necesita crecer en el campo de la vida diaria como una semilla del Reino. La verdad crece en nosotros como nosotros crecemos en relación a la verdad. Cualquier institución -política, educativa o religiosa- que niegue esto, terminará perdiendo la confianza de sus miembros. La buena fe significa tanto confianza como creencia.

Después de la meditación, “To finding again,” W.S. Mervin, PRESENT COMPANY (Port Townsend, WA: Copper Canyon Press, 2005), págs. 114-15

Todo lo demás debe haber cambiado

debe ser diferente

al tiempo que pareces

más igual que nunca

tomándome por sorpresa

en mi diferencia

mi edad

mucho después de que llegué

al final

de creer en ti

al final de la esperanza

lo cual no fue siquiera

el primero de los cambios

cuando imaginé que te estaba olvidando

no necesitabas ni siquiera memoria

para permanecer ahí

permitiendo que los años desvanecieran

las millas se apartan 

nada sorprendente en eso

aún anhelante

no necesita memoria

para saber lo que hay que alcanzar

y nada te sorprende

que siempre estaba ahí

donde sea que fuera  

increíble.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos