8 de mayo 2016

Fragmento de Laurence Freeman OSB, “Dearest Friends”, WCCM Boletín Internacional, invierno de 2001


La paz no se conquista a través de desenraizar y erradicar el mal. Cuando nos volvemos conscientes de nuestros vicios -enojo, orgullo, avaricia, lujuria- el intento de destruirlos fácilmente acaba en el auto-odio. Después de todo, ¿si no podemos amarnos a nosotros mismos porque preocuparnos de amar a otros? En vez de destruir tus faltas mejor trabaja pacientemente en implantar las virtudes -un trabajo más lento y menos dramático, pero mucho más efectivo. Al evitar los peligros de la hipocresía religiosa y fariseísmo, el trabajo crea una personalidad más grata para trabajar. Oculto entre nuestras faltas -nuestra capacidad para el mal- se encuentran también las semillas de las virtudes. El terrorista puede haber tenido la semilla de la justicia en él antes de que su enojo y el delirio de que es el instrumento de la ira de Dios lo dominara. Cuando conducimos la guerra nosotros (muchos de los fanáticos religiosos han sido sacrificados) nos arriesgamos a un gran daño colateral: la destrucción de nuestras semillas de virtud. Toda clase de violencia es un crimen contra la humanidad porque priva al mundo de una bondad no-conocida.

El primer paso para implantar las virtudes que eventualmente dominarán a los vicios es el establecer la virtud fundamental de la oración constante. A través de este ritmo silencioso de oración, la sabiduría lentamente penetra nuestra mente y nuestro mundo. La sabiduría es el poder universal que saca el bien del mal. Como dice el libro de la Sabiduría, “la esperanza para la salvación del mundo se basa en el más grande número de gente sabia”. El sabio sabe la distinción entre auto-conocimiento y auto-fijación, entre desapego y dureza de corazón, entre corrección y crueldad. No hay reglas para la sabiduría. Las reglas nunca son universales. Pero la virtud sí.

 

Después de la meditación: un fragmento del Libro de la Sabiduría 8:21-29 en la Biblia de la Comunidad Cristiana (Quezon City Filipinas: Clareatian Publications, 1997) pág. 925

La Sabiduría sobrepasa en movilidad todo lo que se mueve, permea y prevalece sobre todas las cosas. Ella es un respiro del poder de Dios, una emanación de gloria; nada impuro la puede penetrar. Es una reflexión de la luz eterna, un espejo impecable de las acciones de Dios y una imagen de la bondad de Dios.

Ella no es sino una, sin embargo, la Sabiduría puede hacer todas las cosas y, sin que ella cambie, renueva todas las cosas, Entra en las almas, haciéndolas profetas y amigos de Dios… Ella es más bella que el sol y sobrepasa todas las contradicciones; ella aventaja a la luz, porque la luz da paso a la noche, pero el mal no puede prevalecer sobre la Sabiduría. 

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos