20 de noviembre 2016

Fragmento de Laurence Freeman OSB, “Letter One”, WEB OF SILENCE (London: Darton, Longman, Todd, 1996) págs. 14-17


Nunca vamos a encontrar paz en medio de nuestros problemas y preocupaciones pensando en la forma de navegar a través de ellos. El pensamiento es un laberinto falso que siempre nos regresa al mismo punto de confusión del que empezamos. La oración es el laberinto verdadero que nos lleva a un entendimiento más profundo que el pensamiento, y nos guía a la paz que “sobrepasa todo entendimiento”. Soltar nuestras ansiedades es nuestra mayor dificultad, lo que atestigua de la resistencia negativa del ego. Sin embargo, es tan simple. Solo tenemos que comprender la verdadera naturaleza de la meditación: no estamos tratando de no pensar en algo, sino que no estamos pensando (…)

En muchos laberintos antiguos en el centro del laberinto se encontraba un monstruo, algo que amenaza y atemoriza la vida. Los Laberintos Cristianos ponen a Cristo en el centro de todas las vueltas y giros de la vida. En Cristo no encontramos miedo sino la disolución del miedo en la certeza primaria y final del amor. La meditación es el trabajo del amor y es por amor, no por el pensamiento, que Dios es finalmente conocido: el conocimiento que salva es el conocimiento del amor, Es por eso que John Main describe nuestra experiencia humana del amor como la mejor forma de entender porque meditamos y como la meditación nos lleva hacia la realidad.

Como en cualquier relación pasamos por etapas. En cada etapa de crecimiento siempre habrá crisis, y otro salto en la fe. Todos pasamos por ciclos: entusiasmo, lucha con la disciplina, sequía, desesperación, iluminaciones temporales. Pero como compañeros peregrinos, siempre nos podemos recordar unos a otros dentro el laberinto que el centro es nuestro verdadero hogar. Y recordamos que los destellos de alegría, que los despertares temporales son emanaciones del amor que es la naturaleza de la realidad….

 

Después de la meditación, de Jalaluddin Rumi, BREATHING TRUTH, editado por Muriel Moufroy (London: Sanyar Press, 1997), pág. 158

Si nuestro conocimiento del fuego proviene de las palabras solamente, pide ser cocinado.                

No te quedes en la certeza adquirida a través de otros.

No hay certeza real antes de arder.

¿Quieres esta certeza? Entonces hazlo fuego.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos.