Jueves después del miércoles de ceniza: 2 de marzo 2017

Recordemos el arquetipo de Cuaresma, en el que estamos siendo nutridos en este viaje, que es el tiempo que Jesús pasó ayunando en el desierto. Sigue leyendo.

Entonces Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. El tentador vino a él y le dijo “Si eres el Hijo de Dios, dile a estas piedras que se conviertan en pan”.  Jesús respondió, “Está escrito: No solo de pan vive el hombre, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios”. 

Cuando estás verdaderamente atento a algo, totalmente absorbido en ello, no estás distraído por nada tan insignificante como no haber comido por cuarenta días.  Estar totalmente absorbido en algo en una forma de éxtasis. Si, por un lado, estamos constantemente comiendo cosas, consumiendo, digiriendo o escupiendo textos, twitters y correos, podríamos olvidar qué buena salsa es el hambre.  No me estoy refiriendo al hambre por las necesidades de la vida, lo cual es un escándalo y vergüenza que cualquiera tenga que pasar por eso. Me refiero al hambre por la realidad que nuestro consumo adictivo bloquea y niega. La señal de consumismo es una falta de compasión por las necesidades de los otros.

En un mundo de Brexit y de política a través de Twitter la única certidumbre es la incertidumbre. Esto hace que los genios financieros del universo tiemblen porque el crecimiento depende de las inversiones y el riesgo es el gran temor. Así, este es el momento de preguntarse si debemos convertir cada piedra en nuestro sendero en un pedazo de pan con jamón.

La vida es crecimiento y cambio. La tradición sirve a la vida, no la sofoca. Las metas y objetivos para el crecimiento deben ser templados y domados por los filamentos de significado y sabiduría que nos conectan a nuestras raíces, tanto históricas como espirituales. El “tentador” rompe esos filamentos despertando las perennes semillas de ambición y lujuria.  Pronto estamos corriendo locamente alrededor del desierto convirtiendo cada piedra en una innecesaria hogaza de pan.  No las podemos consumir todas, lo cual nos frustra, pero hemos también perdido el hambre por la verdad que hace que el pan sea significativo y gozoso.

Si un país decide que tiene que ir a la guerra, debe declarar cuáles son los objetivos de la guerra y detenerse cuando estos son alcanzados. Si el mundo globalizado apunta al crecimiento económico debe declarar sus objetivos, cómo debe ser distribuido el crecimiento y sus límites. El crecimiento ilimitado es cáncer.

La moderación en realidad cura. El camino del medio del Buda o de San Benito, el “angosto pequeño sendero” de Jesús que “conduce a la vida” es el viaje. El hambre por la realidad también incluye el hambre por la verdad. Como Orwell anticipó, y Goebbels probó, la verdad puede ser alterada por la manipulación. Los “hechos alternativos”, o mentiras, pueden ser arrojados a los ojos inocentes de cualquier sincera declaración. Como los agentes de espionaje descubren después de haber aprendido sus habilidades de engaño, pronto es difícil saber a qué lado uno realmente está sirviendo.  

Cuando sentimos el hambre por la realidad, saboreamos la palabra de Dios. La ceniza de ayer puede haber desaparecido pero el viaje ha empezado, Cada vez que meditamos repetimos la respuesta de Jesús a los poderes del autoengaño.

Traducción: Javier Cosp Fontclara (WCCM Paraguay)

Categorías: