5º domingo de Cuaresma, 2 de abril 2017

Este domingo nos volvemos a encontrar con otra extensa lectura del Evangelio. La historia de la sanación de Lázaro, tal y como se narra en Juan (11:1-45), tiene muchos niveles llenos de significado que podemos apreciar. La lectura describe la muerte repentina de Lázaro, un querido amigo de Jesús y cómo Jesús comparte el dolor con las dos hermanas de Lázaro, la activa Marta y la contemplativa María. Sigue leyendo.

La historia muestra a Jesús, por un lado, como un ser todopoderoso y, por otro, como un ser humano extremadamente vulnerable. Estaba profundamente dolido por la pérdida, más allá de lo que pueden revelar las palabras. El Evangelio narra que Jesús emitió un gemido que salió directamente de su corazón. ¿Qué podemos decir ante la desaparición de un ser querido? No sabemos si se ha evaporado en la nada o si se ha hundido en algún nivel profundo de la realidad que nosotros aún no estamos preparados para penetrar. El sentimiento de habernos quedado atrás evoca niveles sin fin de nuestra memoria pre-consciente. El gemido sin palabras expresa un dolor por la ausencia que hace derramar las lágrimas. Y el Evangelio nos cuenta, en el versículo más breve de los cuatro Evangelios, que “Jesús lloró”.

La empatía que Jesús tiene con las personas que sufren nos conmueve. Sentimos que las lágrimas de Jesús por Lázaro surgen no solamente por la angustia personal de perder a alguien amado, sino también por su inmersión en el gran océano del dolor humano. Cuando sufrimos, sufrimos junto a todos aquellos que están sufriendo o han sufrido en todas las dimensiones del tiempo y el espacio.

Cuando el héroe mítico Eneas se fija en el mural que recoge escenas de la guerra de Troya y la muerte de amigos, se conmueve y dice “Hay lágrimas en las cosas y cosas mortales que llegan a la mente”. Las lágrimas de las cosas. Nuestra humanidad empequeñece si no podemos sentir y honrar las lágrimas cuando nos encontramos con el sufrimiento. Es quizás por esta razón por la que acaban reconfortando las malas noticias. Nos hacen sentir que aún somos capaces de sentir en medio del mundo cultural tan sobre estimulado y distraído en el que vivimos.

Esta empatía o compasión forman parte de las noticias profundas ocultas en lo ordinario, independientemente de que nos hagan sentir bien o mal. Las lágrimas son una ola de energía que genera sanación y nueva vida. Después de descender al silencio de la compasión profunda, Jesús, con voz potente, dijo: “¡Lázaro, ven fuera!” Salió el muerto con las piernas y los brazos atados con vendas; su cara estaba envuelta en un sudario. Les dijo Jesús: “Desatadlo y dejadlo que se marche”.

Las lágrimas demuestran que nuestra atención es auténtica. La atención plena sana, regenera lo que está muerto y calienta lo que está frío. Y vuelve a vestir de colores la vida que se había apagado en un gris mortecino.

Traducido por WCCM España.

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