Jueves de Semana Santa, 13 de abril 2017

Bede Griffiths fue un gran abogado del Concilio Vaticano Segundo. Sin embargo, no estaba de acuerdo con una de las frases en uno de los documentos que ponía que la ‘fuente y cima’ de la vida de la Iglesia era la Eucaristía. Bede sentía un gran amor por la Eucaristía y la celebraba de manera muy bella en su ashram benedictino en la India. Pero sentía que era mejor teología decir que la fuente y cima de la Iglesia es el Espíritu Santo. Sigue leyendo.

Las diferentes implicaciones de cada versión son grandes. Si es la Eucaristía, que es un sacramento cuya manera de celebrar está controlada por las autoridades de la Iglesia, eso significa que la fuente y cima de la Iglesia depende de las leyes de la Iglesia y sus abogados. Pero si decimos que el Espíritu santo es la fuente y cima – implica soltar una peligrosa libertad. Donde está el Espíritu hay libertad.

El dia de hoy, Jueves Santo, recordamos – hacemos presente a través una acción concentrada de rememoración – el momento en que Jesús tomó el pan y el vino y los llamó su cuerpo y sangre. Y lo hizo reclinado en una mesa con sus compañeros, no parado detrás de un altar. El antiguo ritual de esta antigua transmisión de sabiduría era también una comida para amigos y familiares. La comida inició con un evento sorprendente y chocante para algunos, cuando Jesús insistió en lavar los pies de sus discípulos, a quienes llamó sus amigos, no sus sirvientes ni sus discípulos. Esta tergiversación de jerarquías refleja el cambio que tuvo lugar en lo que se convirtió en el ágape de las primeras iglesias cristianas y eventualmente el sacramento formal de la Eucaristía. El protocolo del sacrificio quedó alterado; dejó de ser, como era la costumbre, una ofrenda del sacerdote a Dios de parte del pueblo. El sacrificio se volvió la persona ofreciendo el sacrificio y fue auto ofrecido a las personas alrededor de la mesa, a ninguno de los cuáles se le negó ni el pan ni el vino. Ni aún Judas fue excluido, ¿no es cierto?

Si no nos acercamos a la Eucaristía conscientes de este cambio de papeles y este giro inesperado en la idea arquetípica del sacrificio, podríamos fácilmente convertirlo en otro ritual religioso, para afirmar identidades grupales y con papeles predecibles frente a una audiencia pasiva. Tristemente es lo que pasa muchas veces. Perdemos contacto con su naturaleza mística. Una manera de rescatar de esta banalidad el valor nutricional espiritual y el poder transformativo de la Misa, sería abrir su dimensión contemplativa – añadir silencio, compartir las lecturas y no sólo hacerlas en un sentido desde el púlpito hacia abajo; meditar después del mayor momento místico una vez que se han consumido el pan y el vino.

Algunas iglesias cristianas no le dan tanta importancia a la Eucaristía, otras la han sobre dimensionado a expensas de otros aspectos de la oración cristiana. Mi propia experiencia ha sido que al pasar de los años he llegado a amar y a maravillarme ante el siempre fresco misterio de la Eucaristía. Mientras más lo comparto de una manera contemplativa, dándole tiempo suficiente, concediendo un reposo sagrado, escuchando las lecturas y compartiendo la palabra al igual que compartimos el pan, ligando la presencia real en el pan y el vino con la misma presencia viva en el corazón de cada uno de los presentes, más conmueve y satisface mi hambre y sed espiritual. Es una manera en que la meditación se vuelve tangible.

Traducido por Enrique Lavin, WCCM México

 

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