Viernes Santo, 14 de abril 2017

¿Recuerdan el Miércoles de Ceniza al principio de Cuaresma? Pues el Viernes Santo es el fin del camino que hemos estado siguiendo desde entonces. Y necesitamos sentir su conclusión, de manera de poder entrar al epílogo que es un nuevo principio. Sigue leyendo.

Muchos de los que recuerdan por qué es un día de asueto en los bancos pero que no suelen acercarse a las iglesias, vienen al servicio del Viernes Santo. Como los judíos no practicantes con Yom Kippur, tiene una cierta mística religiosa que no puede ser ignorada y que demanda una cierta medida de devoción o reconocimiento. 

Es por eso que en inglés llamamos a este viernes, ‘Buen’ viernes. ¿Qué tiene de bueno? Un buen hombre y gran maestro es arrestado secretamente, arrastrado rápidamente a través de un juicio falso, rechazado por su pueblo, abandonado por sus amigos y crucificado por un ejército invasor. Muere en la cruz solamente con su madre y un puñado de amigos a su lado.

¿Por qué llamamos bueno a este trágico desperdicio y fracaso? ¿Por qué hacemos filas, grandes y pequeños, para besar en silencio la cruz a la hora nona, las 3 de la tarde, hoy, alineándonos en solidaridad con esta víctima silente y su humillación?

¿Vemos las más pequeñas cruces de nuestras vidas dentro de esta gran Cruz que proyecta  su sombra sobre el mundo, uniendo su sufrimiento colectivo en un abrazo anónimo? En la simplificación de este símbolo de unión ¿no encontramos una sanación de la depresión, una redención del aislamiento y la soledad a la que la muerte, el sufrimiento, el rechazo y el fracaso nos hunden repetidamente?

‘Todo está consumado’, dijo Jesús, una de las siete palabras desde la cruz. Es un alivio saber que lo peor ya pasó. Desde este alivio, aun desde un callejón sin salida, asoma una esperanza. Para algo de lo que todavía no nos podemos imaginar.

En esta ocasión, el silencio es fácil.

 

Traducido por Enrique Lavin, WCCM México

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