Hoy, la Iglesia arroja un toque de rosa a los colores de sus vestiduras sombrías. El púrpura, el color de la Cuaresma y el Adviento, las estaciones de espera y preparación, no es mi color favorito. En mis días de viaje, me entristeció ver a toda la gente de asistencia al pasajero en el aeropuerto de Heathrow vestida fúnebremente mientras buscaban gente para ayudar.
Este año me han ayudado especialmente a prepararme para el Adviento de dos maneras. Déjame compartirlas contigo. La primera es escuchar una charla de John Main todos los días, de su serie "Charlas recopiladas" (disponible en línea y en CD antiguos). Sigue leyendo.
Aquí en Bonnevaux, en el hemisferio norte, el Adviento comienza en otoño. La Navidad llega en pleno invierno oscuro y muerto cuando el sol, aunque imperceptiblemente, renace en el solsticio. La rueda vuelve a girar. Sigue leyendo
Conforme escribo esto, sigo sorprendido por el sentimiento de percibir la luz de la luna en las primeras horas de esta mañana. La luz de luna siempre se siente como si gentilmente inundara tu cuerpo, acariciando tu mente después.
Los familiares o los seres queridos que están alrededor de alguien que está conectado a un respirador o – como en la crisis del coronavirus – sin poder estar juntos pero esperando noticias a cierta distancia, saben que mientras haya respiración hay esperanza. No importa lo cercano del desenlace, siempre parece muy lejos, mundos aparte.
El cómo morimos es importante. Y cómo morimos depende de cómo nos acercamos a la muerte. Y eso es consecuencia directa de la manera en que hemos vivido. La manera en que hemos vivido, dependerá de cuánto hemos aprendido a amar.
‘Hagan esto en memoria mía’, dice Jesús en la Última Cena, que evolucionó – y sigue evolucionando en la vida cristiana – en la Eucaristía. Lo ‘recordamos’ como miembros de su cuerpo místico y este recuerdo nos nutre y nos permite crecer.
El virus puede haber estado presente físicamente en los humanos desde hace mucho. Pero una serie de circunstancias se juntaron para lograr la terrible mutación que estamos experimentando. Eventualmente entenderemos la ciencia del virus y encontraremos una vacuna.
El evangelio de hoy (Jn 13:21-33,36-38) es muy extraño. Es un momento misterioso del relato que nos está ocupando esta semana, un relato en el que debemos ser capaces de encontrarnos. Si no podemos hacerlo, si no podemos encontrarnos en este relato, tampoco encontraremos a Jesús.